Charlas

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admin 24/01/2023
Updated 2023/01/24 at 7:58 PM

Miguel Ángel Vargas Q.

**** 7º Piso Depto. 4

Parte IV

Por un mal teclazo, en el último párrafo de mi entrega del domingo, escribí 1882 en lugar de 1981, en referencia a la celebración de la Reunión Norte-Sur celebrada en Cancún. Mil disculpas.

Hasta Peña Nieto, los presidentes de México, desde los años 60s, han tenido la costumbre de hablar con su gabinete e integrantes de su staff, meses antes de que termine el sexenio con la finalidad de ver qué buscan para su futuro una vez que termine su tarea como equipo presidencial.
El 4 de febrero de 1982 tuve la oportunidad de volar en el Quetzalcóatl 1, que era el avión presidencial. El vuelo sería corto, no más de una hora. Ciudad de México a la capital de Jalisco. El licenciado López Portillo encabezaría la Reunión de la República a la que acudía el gabinete, los gobernadores, representantes del Congreso de la Unión, la presidencia del Poder Judicial de la Federación, y una buena cantidad de los presidentes municipales.
La organización corría a cargo de Alejandro Carrillo Castro, Rosa Luz Alegría y José Ramón López Portillo Romano.
En ese vuelo DF-Guadalajara, el Gral. Miguel Angel Godínez Bravo me indica que pase a la pequeña oficina del presidente de la República, lo que, como a casi todos sus colaboradores, me hizo sentir con piernas de trapo.
Las grandes cejas no podían ocultar la mirada penetrante del Primer Mandatario de la Nación. Con la mano izquierda me indicó que tomara asiento frente a su pequeño pero hermoso escritorio. Sentí que la respiración se me iba y que el corazón en cualquier momento saldría botado.
Durante casi cinco años estuve relativamente muy cerca del Presidente, pero muy pocas veces intercambiamos palabras. Antes de este 4 de febrero, platiqué con el licenciado López Portillo en dos ocasiones: la primera cuando su señora esposa, doña Carmen Romano, me “corrió” por no atender una contra-indicación que me dio para acompañarla en su gira por Europa, misma que ya había sido organizada totalmente como siempre hacíamos con las giras presidenciales. Se molestó tanto, doña Carmen, a pesar de que le expliqué varias veces que tenía que volar a Washington a preparar una vista del presidente, que decidió “correrme”.
José Ramón López Portillo Romano, luego de escuchar mi versión, me llevó con su papá para que le platicara.
Todo siguió en la normalidad y un servidor voló a la capital de Estados Unidos, para continuar con los preparativos de la gira de JLP.
La segunda ocasión, fue algo similar, solo que quien me “corrió” fue doña Cuquita, la señora madre del presidente de México.
Resulta que, doña Cuquita le ofreció a Girolamo Prigione entonces Delegado Apostólico en México, producir por RTC del gobierno mexicano, un documental sobre el Papa Juan Pablo II (a unos meses de visitar territorio mexicano), basado en “Perfil de un presidente”, un cortometraje producido por Bosco Arochi y don Carlos Velo, en donde se relata lo que un primer mandatario de México hace durante un día normal.
Ese documental de apenas 15 minutos de duración, le llevó a la gente de Radio Televisión y Cinematografía (RTC) que dirigía doña Margarita López Portillo, alrededor de seis meses producirlo, de los cuales por lo menos cuatro se destinaron a acompañar al presidente con tres equipos de grabación y filmación.
Obvio que materialmente era imposible hacer uno para Su Santidad, y mi error fue decirlo durante la reunión entre doña Cuquita y el que fuera más tarde el primer Nuncio Apostólico.
Así que ese 4 de febrero de 1982 sería la tercera ocasión en los cerca de seis años. Sentía cosquillas en el estómago. Las rodillas no dejaban de moverse.
“Esto está por terminarse Miguel Angel”, dijo a manera de sentencia el presidente.
Y remató: “Que sigue para usted?”.
Obvio no tenía la respuesta. Mi ideal era terminar con él su sexenio, y luego, Dios diría.
Y así traté de expresarlo, pero el presidente insistió: “¿A dónde quiere ir, que va a hacer después de esto?”
Y entonces en automático le contesté con voz entrecortada de los nervios: “Al periodismo, señor, al periodismo”.
El 7 de febrero, recibí la indicación del Gral. Godínez Bravo de presentarme con el Maestro (recientemente fallecido) don Miguel López Azuara, quien había sido nombrado Director General de Notimex, Agencia de Noticias de México. Me quedé congelado de la sorpresa. Acudí al enorme edificio de avenida de los Insurgente sur, donde estaba la Dirección General, pero quien me entrevistó fue el periodista, también Maestro, Carlos Ferreyra Carrasco.
Con Carlos había tenido trato porque colaboró con nosotros, en Divulgación Presidencial en la elaboración de guiones para los programas de televisión y radio de las transmisiones oficiales. Había la confianza y me confirmó lo que horas antes me había dicho el jefe del Estado Mayor Presidencial.
Fue el propio periodista michoacano quien me enteró que estaría encargado de las áreas de noticiarios de Radio y Televisión de la Agencia. Esa subdirección ocupaba un pequeño edificio de tres pisos, justo al desaparecido restaurante Villa Lorraine, y a unos 200 metros de la Nunciatura Apostólica, sobre la calle que ahora lleva el nombre de Juan Pablo II.
Fue impresionante ver como dejó saqueada y destruida NOTIMEX, don Pedro Ferriz Santacruz anterior director.
Mi escritorio de Subdirector era una mesa cervecera y el asiento, una silla de lámina, protegida con una cámara de llanta de motocicleta.
Las lágrimas a punto de rodar, luego de tener 3 oficinas en mi cargo anterior.
Salí sin avisar rumbo a Los Pinos y ahí prácticamente lloré con el Gral. Godínez Bravo, a quien la platiqué la situación en que se había recibido NOTIMEX por parte de Miguel López Azuara.
(CONTINUARÁ)

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