Leticia Robles de la Rosa
Considerada como la mejor universidad de México y en algunas áreas del conocimiento como una de las 10 mejores del mundo, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) enfrenta por primera vez una crisis interna que no es provocada por el activismo político de estudiantes, académicos o trabajadores, sino por el proceder poco ético de un puñado de egresados y la conducta corrupta de una académica.
El tema implica una crisis interna, porque afectan el prestigio de los miles de egresados titulados de la UNAM en todas las áreas, que tan sólo entre los años 2000 y 2021 sumaron 382 mil 140, de acuerdo con la Agenda Estadística de la propia universidad nacional, elaborada por la Dirección General de Administración Escolar.
Por eso es muy importante la decisión de las autoridades de la UNAM respecto a lo ocurrido con la tesis profesional del egresado de la Facultad de Derecho, Édgar Ulises Báez Gutiérrez y de la egresada de la carrera de Derecho en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP), hoy Facultad de Estudios Profesionales (FES) Aragón, Yasmín Esquivel, hoy ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La decisión involucra a toda la institución, que durante 100 años se ha edificado como una casa de estudios tan de alta calidad, que 95% de sus carreras están certificadas por organismos evaluadores nacionales e internacionales, amén que 87% de sus posgrados está en el Padrón Nacional de Posgrados de Calidad.
La UNAM tiene interacción académica cotidiana con las mejores universidades del mundo. Por ejemplo, el Instituto Tecnológico de Massachusetts trabaja con la Facultad de Ingeniería de la UNAM en la formación de egresados de alta calidad. Son decenas de académicos de la UNAM que son profesores invitados en Stanford, Harvard, Oxford, Sorbona, por citar algunas.
¿Cómo pueden esas grandes instituciones mantener la confianza en la UNAM, si sus autoridades no condenan el plagio de una tesis y la corrupción de una académica que lo permitió? Por eso, las autoridades de la UNAM deben tomar una decisión completamente alejadas de las presiones políticas de quienes pretenden justificar el plagio o de quienes están a la espera de una decisión equivocada para alimentar su crítica a la principal universidad pública de la nación.
Las autoridades de la UNAM deben basar su decisión en el prestigio académico que ha sido construido por miles de académicos, alumnos y egresados de alta calidad, quienes en despachos, consultorios, constructoras, salas de arte, campo, carreteras, hospitales, museos, librerías, bibliotecas demuestran cada día la formación que tuvieron en las aulas y laboratorios de la máxima casa de estudios. Un prestigio que, incluso le pertenece a todo México, porque la UNAM es el máximo proyecto educativo, científico y cultural que han construido los mexicanos con sus impuestos.
Hace un par de días, el académico de la Facultad de Derecho, Joaquín Narro, explicó que no es posible que la UNAM le retire el título a Yasmín Esquivel, pero que la apuesta debe ser el comportamiento ético de los involucrados. Coincido parcialmente con él, porque no creo que las personas que hicieron trampa hace tres décadas tengan ética, aunque sí estoy convencida de que las autoridades de la UNAM están obligadas a ese comportamiento ético.
Soy egresada de la UNAM y profesora de asignatura en ella; he participado en la revisión de diez tesis y he dirigido una, por lo que me consta que los egresados hacen un esfuerzo por presentar trabajos académicos de calidad, con temas de análisis nuevos. Por ellos, que como miles nos apegamos a la ética para lograr los grados académicos que buscamos, las autoridades de la UNAM deben repudiar a los tramposos que ponen en riesgo el prestigio de toda una institución tan valiosa como nuestra universidad nacional.
