¿Y mis dere(ma)chos?

Christian Ramirez
Christian Ramirez 10/08/2023
Updated 2023/08/10 at 9:21 PM

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

En un momento en que el debate sobre la equidad de género y los derechos de las mujeres adquiere una relevancia sin precedentes, es imperativo que nuestros líderes políticos muestren sensibilidad y entendimiento profundo en torno a estas cuestiones críticas. Sin embargo, la reciente declaración de Andrés Manuel López Obrador, en la que sugirió estar sufriendo “violencia de género”, revela un absoluto equívoco que pone de manifiesto la necesidad de una educación feminista elemental en la cúspide de la esfera gubernamental.

El feminismo, en su esencia, busca la igualdad de género y la eliminación de las estructuras patriarcales que perpetúan la discriminación y la opresión hacia las mujeres. La “violencia de género”, en particular, se refiere a los actos de violencia que tienen como base el género de la víctima, generalmente dirigidos hacia mujeres debido a su condición de género. Estos actos son manifestaciones de un sistema enraizado en la desigualdad y la subordinación.

López Obrador, al argumentar que él también es víctima de “violencia de género”, comete un grave error al malinterpretar el término y minimizar la gravedad de la violencia que enfrentan las mujeres a diario. Comparar su situación con la lucha histórica y contemporánea de las mujeres por la igualdad es un desacierto que socava la importancia de abordar las problemáticas de género con la seriedad que merecen.

En la constante lucha por la igualdad de género y el reconocimiento de las problemáticas que enfrentan las mujeres en el ámbito político, es crucial que los líderes comprendan y utilicen correctamente los términos que definen estas cuestiones. Lamentablemente, el Presidente ha cometido un desafortunado error al alegar que está siendo víctima de “violencia política de género” en referencia a la decisión de la autoridad electoral de limitar sus declaraciones sobre la candidata Xóchitl Gálvez. Es necesario proporcionar al Presidente una breve lección de feminismo elemental para aclarar por qué esta declaración es totalmente incorrecta y cómo su malentendido puede trivializar la lucha de las mujeres.

La “violencia política de género” se refiere a la discriminación, agresión o descalificación que las mujeres enfrentan en el ámbito político debido a su género. Es un fenómeno arraigado en la desigualdad de poder y en las estructuras patriarcales que prevalecen en la sociedad. Esta forma de violencia puede manifestarse de diversas maneras, desde comentarios sexistas y estereotipados hasta obstáculos para el acceso y participación en la política.

El error de López Obrador radica en comparar su situación, que implica restricciones impuestas por la autoridad electoral para evitar descalificaciones hacia una candidata, con la “violencia política de género” que enfrentan las mujeres en posiciones de poder. Las mujeres políticas a menudo son sometidas a ataques misóginos y sexistas que buscan socavar su credibilidad y autoridad en el escenario político. Esta forma de violencia puede tener un impacto devastador en la participación y el desempeño de las mujeres en la política.

Comparar esta lucha legítima de las mujeres con las limitaciones impuestas por una autoridad electoral es un grave error que minimiza la realidad de la “violencia política de género”. Esta última es una cuestión sistémica y profundamente arraigada. Equiparar esta lucha con las restricciones a la retórica política individual es una absoluta falta de comprensión y empatía no sólo hacia Xóchitl, si no hacia todas las mujeres que han enfrentado y enfrentan discriminación y violencia en su búsqueda de un espacio político equitativo.

Si realmente deseamos avanzar hacia una sociedad igualitaria y justa, es imperativo que los líderes eviten trivializar o malinterpretar los términos que definen las problemáticas de género. La “violencia política de género” es una realidad compleja y seria que requiere atención y acción. Invito al Presidente a utilizar su plataforma para promover un entendimiento profundo y una lucha efectiva contra todas las formas de discriminación y violencia de género en la política y más allá.

Pero claro, en éste como en los demás países, los hombres no están logrando ni entender ni procesar que los códigos de la testosterona son, por definición, violentos e inaceptables. Porque los que ellos no pueden aceptar que se terminen sus “dere(ma)chos” (es decir, sus privilegios de toda la vida, esos sí también, en función de su género).

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