José Miguel Castro Carrillo
El agua es un recurso cada vez más vital y escaso, por lo que puede ser considerado como el nuevo oro líquido, lo que al paso del tiempo, de aquella percepción de escasez creciente se ha ido volviendo cada vez más cierta y hoy en día a nivel global, los recursos y las materias primas son objeto de encarnizadas luchas para ejercer control sobre ellas, por lo que en el sistema capitalista, hay que asegurarse los suministros para garantizar la estabilidad de la economía en algunas regiones del mundo.
Organismos como Naciones Unidas, FAO, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, han señalado que para el año 2050 el mundo enfrentará una grave escasez de agua que dejará sin el vital líquido a más de 1,100 millones de personas, que representarán, según sus proyecciones, poco más del 12 por ciento de la población mundial.
De acuerdo a esta perspectiva, se pondrá en crisis la economía mundial, porque no se trata sólo de quienes no tendrán acceso directo al vital líquido, sino que este recurso tendrá que disputárselo la industria la producción de alimentos agrícolas y pecuarios y el consumo doméstico en las ciudades.
En los últimos años, la progresiva desertificación sufrida en países europeos y latinoamericanos, como España o Brasil, encendieron las alarmas en torno a los recursos hídricos, por lo que ha quedado atrás aquello de que el agua iba a ser el recurso natural por excelencia del futuro, aunque sin agua, no hay economía, pero lo más importante, ni siquiera vida.
La escasez de este recurso no sólo provoca catástrofes sociales y ambientales, sino conflictos entre países y muertes, por lo que una progresiva escasez de agua dulce podría desencadenar a mediano y largo plazo una serie de catástrofes sociales y ambientales en diversas partes del mundo, advierten expertos. A pesar de que el volumen del líquido se mantiene estable en el planeta, las cantidades de agua limpia son cada vez más reducidas como consecuencia de la intervención humana y los efectos del cambio climático.
En Medio Oriente, el problema del agua es uno de los más importantes para explicar el conflicto entre Israel y Palestina. El Estado judío necesita controlar las fuentes de abastecimiento del río Jordán y los acuíferos de las zonas palestinas de Gaza y Cisjordania, debido a las escasas precipitaciones en la región.
Turquía, Siria e Irak mantienen disputas en torno a las cuencas de los ríos Tigris y Éufrates. La presa turca de Ataturk permite al país producir bastante energía. Esta obra es fuente de conflictos con Siria e Irak por la disminución de caudal que provoca. En África, la cuenca del río Zambeze es motivo de tensión entre Zambia, el Congo, Angola, Namibia y Zimbabue. El más reciente conflicto por el agua en el continente africano involucra a Egipto y Etiopía. Este último país busca paliar su déficit de energía mediante la construcción de una enorme represa que entraría en funcionamiento en 2020 y que mermará el caudal del río Nilo, afectando el suministro de agua dulce de Egipto.
En nuestro país, de acuerdo a datos de la Conagua, el agua renovable se cifra cada año en un millón 449 mil 471 millones de metros cúbicos por lluvias, y de esta cantidad, se calcula que 72 por ciento se evapora, 21 por ciento escurre por los ríos, y el 6.3 por ciento se infiltra al subsuelo y recarga los acuíferos.
En cuanto a las aguas superficiales, el país cuenta con una red hidrográfica de 633 mil kilómetros de longitud, con 51 ríos principales por los que fluye 87 por ciento del escurrimiento superficial y cuyas cuencas cubren 65 ciento de la superficie nacional, mientas que en aguas subterráneas, éstas aportaron 33 mil 819 millones de metros cúbicos en el 2016 para usos concesionados de extracción, que representó 39 por ciento del volumen total concesionado para la industria, embotelladoras y actividades agropecuarias, de manera que donde antes con un pozo de 15 metros de profundidad ya se podía extraer agua, ahora hace falta bajar hasta 70 u 80 metros.
Con unos recursos cada vez más escasos dependiendo de la zona, se está llegando al momento en el que se está pasando de hacer negocio con la producción, a hacer negocio y política con la escasez, porque la demanda del vital líquido irá en aumento en las próximas décadas, y podrían dispararse los conflictos por el control del agua potable entre algunos países fronterizos.
El problema viene cuando la demanda y el suministro es global, y supone dejar desabastecido el mercado local, porque ahí es donde lógicamente surgen los sentimientos más pasionales entre el electorado, lo que se traduce en una tendencia política y socioeconómica más proteccionista y defensiva.
El escenario a medio y largo plazo es que las catástrofes sociales y ambientales por la falta de agua van a provocar no sólo conflictos entre países, sino desplazamientos masivos de poblaciones, con consecuencias negativas, sobre todo para los más pobres, además de la lucha contra el cambio climático, la gestión eficaz y sostenible del agua, la rehabilitación de los sistemas de agua potable son alternativas para evitar que el líquido pase a ser un bien en peligro de extinción.
Cuidemos el agua, es uno de nuestros tesoros más valiosos, no sólo por lo que representa para nuestra economía, sino porque es vida y salud para todos los seres vivos, de ella depende nuestra existencia como individuos, y también, la supervivencia de nuestras comunidades.