Miguel Ángel Vargas
**** 7º Piso Dpto 4
(1ª PARTE)
Cada año que se cumple es un buen momento y pretexto para hacer reflexiones sobre nuestro paso por esta vida. Hoy son casi siete décadas y media la que cumplo de existencia gracias a mi Ticho y a don Ramiro, mis señores padres.
Originario de la ciudad de Durango, con nacimiento en el Hospital General que ocupaba lo que ahora es el Arzobispado, en 20 de Noviembre y Francisco I. Madero, puedo presumir que tuve una infancia feliz que podría dividir en cuatro etapas: La Constancia del municipio de Nombre de Dios donde pasé mis primeros años; el Ariel, la alberca propiedad del entonces Instituto Juárez ahora UJED y la escuela primaria Alberto M. Alvarado 15.
En todos esos momentos fue diversión, ni cuenta me daba de lo que tenía que hacer mi señora madre, Beatriz, para poder darle de desayunar, comer y cenar a ocho hijos. Fue un aliviane para mis papás que mis hermanos mayores, Alfredo (QEPD) y Ramiro, estuvieran internados en la entonces Secundaria 6, que se localizaba en la esquina de 20 de Noviembre y Zaragoza. Ahora son oficinas de la SEED.
Entonces vivíamos en una quinta de la avenida Fanny Anitúa y justo frente a ella estaban los frontones, el primer campo de softbol y la inolvidable alberca Ariel en donde el profe Luis “El Viejo” Gándara Soto, Manuel Galindo Higuera, don Pedro y “El Charro”, se encargaban de administrarla y mantenerla en un excelente estado a pesar de que no contaba con filtros o caldera.
Mañana, mediodía y tarde-noche ahí estábamos nadando y los lunes y jueves, poniéndole cal a las paredes de la alberca (fosa), para que se limpiara el agua y estuviera menos fría. Ese era el pago de nuestra “membresía” para diariamente nadar en ese inolvidable lugar que está en terrenos de lo que ahora es la FECA de nuestra Máxima Casa de estudios superiores en el país.
Algunas tardes nos organizábamos juegos, desde “la quemada”, hasta “indios contra vaqueros” en el baldío de lo que ahora son la FADERyCIPOL y la FAMEN de la UJED. Ahí llegaban los Ortiz Calzada, Orrante Varela, Torres Cabral, Angulo, Salum del Palacio, Fuentes Gurza, Peters, entre otros.
Pero también inició el peregrinar por varios rumbos de la ciudad y así de Fanny Anitúa, nos fuimos a Mascareñas, luego a Coronado, posteriormente a 20 de Noviembre para luego al tradicional barrio del Calvario en calle Nogal y finalmente, doña Ticho vio realizado de tener su casa propia en calle del Trabajo de la colonia Burócrata.
Mi madre, maestra de grupo en la escuela Bruno Martínez frente al jardín San Antonio y mi papá, parte de la dirigencia de la Sección 12 del SNTE, junto con Evaristo Ramírez, Enrique W. Sánchez y Juan Sánchez.
Fui el sexto de ocho hermanos. Cuatro mujeres e igual número de varones. Lilia, Alfredo (QEPD), Ramiro, Gloria Beatriz, Rubén, un servidor, Sonia y Lourdes, por edad.
Presumo que al terminar la educación primaria en “la 15”, fui parte de la última generación de alumnos de nuevo ingreso a la UJED que recibió Cursos de Adaptación que eran impartidos por estudiantes de diferentes escuelas y de Prepa, de la misma institución, para que los aspirantes no sintiéramos tan fuerte el cambio de ese nivel educativo a la escuela Secundaria en donde ya serían varios maestros los que nos impartirían clases y no uno solo como en el nivel anterior.
Las clases se daban por la mañana en el segundo patio del Edificio Central de la UJED.
Disfruté la parte de “los pelones” y la “enchapopotada”, parte de la historia de los novatos que ingresábamos a la Secundaria de la UJED, que con los años se separó de la Máxima Casa de Estudios Superiores en la entidad para convertirse en escuela secundaria “Lic. Benito Juárez”
Ahí en el edificio de la Escuela Preparatoria cursé los estudios de secundaria y bachillerato.
Viví intensamente en 1966, el Movimiento Estudiantil en defensa del Cerro de Mercado formando parte del grupo “Los Aguiluchos”, junto con Jesús “El Chuto” Ramírez Ceniceros, Raúl Aldama Ramírez, Eduwiges Fragoso Saucedo, Efrén Betancourt Reyes, Miguel Angel Díaz Hurtado, Gregorio Meraz Mejorado, que duramos meses apostados en nuestro campamento en esa mole de hierro.
También, aunque con otra situación, me tocó el Movimiento Estudiantil de 1968 que nos llevó a “viajar al extranjero” a mi amigo del alma, José “El Chori” Rodríguez López, con quien viví la aventura de ir y regresar de “rait” a la ciudad de Los Ángeles, California, desde esta ciudad capital.
Fue una experiencia increíble que me permitió además conocer a mi tío Ángel y a su esposa, la tía Aurora, así como a los primos Javier y Rubén. Para que no regresáramos de rait, me regaló un Chevrotel, que finalmente se nos tronó en El Centro, Cal., a unos kilómetros de Mexicali desde donde Arturo Elizondo, compañero universitario, fue a auxiliarnos.
Recuerdo que, en el camino de El Paso a Los Ángeles, en algún pueblo de Tucson, el 12 de octubre si mal no recuerdo, vimos en un café de mala muerte que “El Tibio” Muñoz ganara la medalla de oro en 200 metros nado de pecho en los Olímpicos del 68.
Regresé justo para seguir cursando la carrera de Derecho en la entonces escuela ahora FADERyCIPOL. Una época de mucho compañerismo, gratas experiencias y momentos de inquietud juvenil con sabor a izquierda como aquellos periódicos murales que hicimos Mercedes Rosas Torres, José Enrique Torres Cabral y un servidor que casi logran la expulsión por parte del entonces secretario de la Escuela de Derecho, Lic. Salvador Zúñiga Garay.
O la huelga de hambre del “Hermano” Torres Cabral en las puertas del Edificio Central como protesta por la ceremonia a realizarse en el aula Laureano Roncal a la que fue invitado el arzobispo Antonio López Aviña.
O el movimiento del 72 cuando fuimos detenidos por el Ejército Nacional señalados por los agentes de Gobernación (Las “orejas), Jorge “El Wastle” Contreras Casas (recientemente fallecido) y un servidor en el Cuarte Juárez.
Momentos juveniles de los Beatles, Doors; Peter, Paul y Mary, José Feliciano; Mamas and Papas; Rolling Stone y muchísimos grupos más que estaban presentes en las tardeadas estudiantiles o matinés del Campestre que amenizaba el clásico “Duende Rojo”.
Como olvidar cuando ingenuamente pensamos en derrocar al Rector de esa época apoyando al Dr. Jorge Ramírez Díaz y a Gabino Martínez Guzmán, cuando viejos lobos de mar de la política universitaria como Carlos Galindo Martínez, Angel Rodríguez Solórzano y José Hugo “El Ché” Martínez Ortiz, ya tenían todo “arreglado” antes de las elecciones.
Formar parte de la primera Banda de Guerra de la UJED, uno de los honores más importantes en nuestra vida estudiantil, siempre bajo el mando de José “La Dona” Rivera y Pinedito como Sargento.
Época en que las medallas Benito Juárez se contaban con los dedos de una mano. De nuestra generación cuando mucho fueron cinco de los casi 80 egresados. Si mal no recuerdo tres mujeres y tres varones. Paty Camacho y Cuquita Rodríguez Vázquez entre ellas; Benjamín Ávila Guzmán y José Miguel Castro Carrillo, entre ellos.
(CONTINUARÁ)