Charlas

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admin 02/02/2023
Updated 2023/02/02 at 8:04 PM

Miguel Ángel Vargas Q.
VII Parte
*El temblor del ´85
A finales de agosto del 85 recibí una llamada telefónica en las oficinas de Notimex en Costa Rica que me llenó de emoción. El Director General, Héctor Manuel Ezeta, me pedía que a la brevedad posible me presentara en CDMX para tratar asuntos relacionados con el plan de trabajo de la expansión de la Agencia en el extranjero.
En cuanto Manuel Perdigón (hermano de Leticia), director de Administración de Notimex me envió los boletos de avión, me trasladé a la capital de México, para de inmediato reunirme con Ezeta Gómez Portugal, quien solo me dio indicaciones para que me entrevistara con el Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, lo que sucedió hasta el 12 de septiembre.
En punto de las 09:30 horas entraba a las oficinas de Bucareli con todo un rollote que habíamos maquinado Pepe Carreño Figueras y un servidor. Pasaditas las 10 de la mañana uno de los asistentes me pidió que lo acompañara al despacho del secretario quien arribó luego de 20 minutos.
Al mero estilo del Bartlett autoritario, sin explicación de crinolina fue directo al hígado para “instruirme” de que a la brevedad posible tenía que estar en Madrid para iniciar la expansión de Notimex en Europa, por indicaciones del Presidente de la República quien estaba muy satisfecho del éxito del programa desarrollado en Centro y Sur América, en donde las corresponsalías habían funcionado muy bien, y la distribución de la información de la Agencia estaba publicándose en una buena cantidad de medios de la región.
Sentí que la sangre se bajaba hasta las plantas de los pies y un fuerte escalofrío recorrió mi cuerpo. Imaginé a Barbarita colgada del balcón, recordé los cambios físicos que Karmina había tenido en los ocho meses que dejé de verla por estar como Director Regional de Notimex en Centroamérica.
Fueron segundos de tensión. Sabía lo mágico de la expresión “por indicación del presidente”. Me retumbaba en los oídos la frase de Lalo Macías Montes de Oca: “En México, nunca se le dice NO a un presidente”
Le di la vuelta con la mirada al enorme despacho del titular de Gobernación. Buscaba ideas para justificar el NO que iba a darle.
Casi textual le repetí las reflexiones que hice cuando regresaron de Costa a Rica mi esposa e hijas.
Me dijo él que era una gran oportunidad y que existía la posibilidad de que me pudiera llevar a mi familia, pues seguro tendría que estar allá entre seis u ocho meses recorriendo algunos países.
Sentía las piernas como hilacha una vez más.
“Mañana inician las fiestas patrias, aprovéchalas para pensar y tomar una sabia decisión”, me dijo casi amenazante.
Salí del caserón de Bucareli con un nudo en la garganta y una tonelada de preocupación.
Estaba en juego mi futuro laboral. Un NO, debía ir acompañado de mi renuncia. El SÍ, significaba que mi reflexión sobre estar mas cerca de mi familia hecha en San José, se iba a la basura y seguiría sin el privilegio de ver crecer a mis hijas.
Ese día me guardé la plática con Bartlett Díaz tanto en la oficina de Notimex como en mi familia.
El 13 de septiembre, Día de los Niños Héroes, aproveché para recorrer la redacción de la Agencia con su titular Agustín Chavero, e intercambiamos algunas ideas sobre el manejo informativo de cara al crecimiento en el extranjero.
Tuve la oportunidad de platicar con mi amigo, paisano y colega, Héctor Álvarez Manila, tío del que fuera jefe de prensa en la campaña de José Rosas Aispuro, quien ya en el gobierno, lo designó director del Instituto Estatal del Deporte, Alejandro Álvarez Manila.
Héctor, como buen periodista que siempre ha sido, me puso al tanto de lo que sucedió durante mi estancia en Costa Rica y me animó más a decir que no a la propuesta para irme a Europa a costa de alejarme de mi familia.
Esa misma noche, reunidos con algunos vecinos la solté.
Dos de mis vecinos, Paco Arteaga y su esposa Lilia, me sugirieron que la pensara fríamente porque efectivamente era una muy atractiva oportunidad que no se le da a cualquiera, lo que fue asegundado por otros vecinos, Enrique Martínez Alcalá y su esposa Angelita (QEPD).
Fue entonces que surgió la idea y propuesta de que al día siguiente, 14 de septiembre, nos fuéramos de puente a la colonial Guanajuato donde además vivían mis tíos Rosamelia y Rodolfo González, el escultor.
Ahí pasamos esos días que aprovechamos para “festejar” a Karmina que cumple años el 16 de septiembre.
Paco y Lilia, se organizaron un minipalenque para festejar a Karmina que odia con odio jarocho festejarse el día de su cumpleaños, así que la pasó muy mal en su fiesta. Pero era parte de convivir con mi familia. Estaba empezando a saborear esas situaciones que encerrado en mi trabajo me ponían venda para ver todo eso.
La noche del 16 de septiembre regresamos al Distrito Federal, (aún se podía viajas hasta de noche por las carreteras de nuestro ensangrentado y violento México), ya con la firme decisión de negarme a aceptar esa propuesta bien razonada y fundamentada.
La cita con Bartlett Díaz estaba agendada para el 19 de septiembre a las 7 de la tarde. También, ese día programamos un desayuno Máximo N. Gámiz Parral (QEPD) y un servidor en el desaparecido Villa Lorraine.
Aproveché el inter entre el 17 y el 19 para dialogar ampliamente con Héctor Manuel Ezeta quien había sido sensibilizado previamente en mi apoyo por Gabriel Orduña.
El 19 de septiembre, como todos los días cuando estaba en la Ciudad de México, a las 07:00 horas terminaba de vestirme y justo cuando hacía el nudo de la corbata, escuché a la periodista Lourdes Guerrero decir: “… está temblando, está temblando, no se alarmen”.
Corrí a plantarme frente al aparato televisor y vi cómo se mecían los candiles y demás luces del estudio de televisión donde además de Lourdes Guerrero (en ausencia de Guillermo Ochoa” recuerdo a Juanito Dozal, quien hasta con las uñas se tomada del pódium desde donde conducía el noticiario mañanero más popular en la televisión mexicana: “Hoy Mismo”.
Apenas me puse frente al televisor colocado en nuestra recámara, se cortó la señal. Corrí a la cocina donde desayunaban Karmina y Bárbara, acompañadas de mi esposa Chelo.
Ya habían sentido el movimiento telúrico y Chelo se asomaba a la pequeña ventana de la cocina que daba al exterior del conjunto de edificio en donde veía cómo salían lo mismo hombres que mujeres, jóvenes que adultos y niños, con pijama o ropa de trabajo.
Se hizo eterno el momento en que como pudimos, los 4 nos colocamos en la puerta de acceso que decían, son las partes más recomendables en caso de temblores.
El movimiento terminó, pero el susto seguía con nosotros.
Creímos que todo terminaba cuando la tierra se puso “quieta” y reanudamos nuestra actividad diaria. Regresé a nuestra habitación para ponerme el saco y partir rumbo al Instituto Inglés Mexicano, donde cursaban sus estudios mis hijas.
Apenas iba a salir cuando sonó el teléfono y esperé a que entrara la llamada que contestó mi esposa, quien me comunicó que el licenciado Martínez llamaba.
El apellido no me sonó mucho, sin embargo, contesté por la emergencia, y, menuda y grata sorpresa me llevé cuando escuché la voz de mi paisano Gabino Martínez Guzmán quien vivía en CDMX muy cerca de donde residíamos nosotros. Solo preguntó: “¿cómo está?”, y me pidió cuidarnos. Lo mismo pregunté.
Bajamos todos las escaleras y en cada piso el mismo comentario: “Estuvo feo”.
Como siempre las dos niñas en asiento trasero. Esta vez no hubo plática. Traía el miedo sin dimensionar aún lo que me iba a encontrar, pero convencido que era el temblor más fuerte que había sentido.
Recordé que uno de mis grandes temores de vivir en el DF era precisamente los temblores.
En escasos 20 minutos estuvimos en el edificio escolar en donde choferes y escoltas abordan el tema del temblor. Estacioné el vehículo y acompañé a mis hijas hasta la puerta de la escuela.
Ahí empecé a sentir que algo muy fuerte había sucedido. No era solo mi pavor a los temblores. Era este terremoto el que estaba provocándome el sentimiento que me invadió desde que salimos de la casa.
Luego de escuchar a algunos choferes y guaruras, emprendí mi camino rumbo a Notimex. Me subí al Periférico su para tomar Viaducto y llegar a Morena 110. Avenidas, calles, Viaducto y el mismo Periférico con un muy bajo aforo vehicular.
Dejé mi auto en el pequeño estacionamiento de la Agencia donde ya estaba un convoy de vehículos militares. Con el director de Redacción unos oficiales dialogando. Cuando me ve llegar Chavero me señala y entonces se dirigen a un servidor.
“Por indicaciones de mi secretario, (Gral. Juan Arévalo Gardoqui, SEDENA), le pedimos nos acompañe a hacer un recorrido por la zona dañada por el temblor”, me dice uno de ellos, aparentemente Teniente Coronel.
Apenas tomamos Insurgente y los daños saltaban a la vista. El miedo se convertía en terror, daba gracias a Dios que en Notimex hubiera alcanzado a hacer una llamada telefónica a Pepe Cárdenas quien estaba aún al aire trasmitiendo lo que empezaba a granear de información. En un corte me tomó la llamada en donde le supliqué como amigo, que en la primera oportunidad que tuviera, comentara que las familias Vargas Carrete y Vargas San Vicente, estábamos bien.
Le aposté y atiné que alguien de Durango lo vería y avisaría a Ticho, (mi Mamá) y a doña Mely, (Madre de mi esposa).
Pero no fue así. Donde mas lo vieron fue en ciudad de Chihuahua en donde por fortuna se encontraba mi suegra quien de inmediato se comunicó con mi Mamá.
Pero esa afortunada llamada con Pepe Cárdenas, conductor de Canal 13 de IMEVISION, sirvió para que miles de familias provenientes de las entidades federativas tuvieran una forma de hacer saber a sus parientes su situación luego del terremoto oscilatorio y trepidatorio.
Conforme avanzaba nuestro recorrido por Insurgentes, luego Reforma hasta llegar a Juárez, justo en el hotel Regis en donde los heroicos bomberos y cientos de ciudadanos ponían su granito de arena en tareas de rescate.
Ahí estaba el infierno en la tierra en ese momento.
Testigo mudo el reloj Haste en el edificio Steele, vecino del Hotel Regis.

(CONTINUARÁ)

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