Correcaminos Inicia su Travesía: Un Amanecer Sobre Dos Ruedas

Danna Salazar
Danna Salazar 30/08/2024
Updated 2024/08/30 at 6:37 PM

Por Angel Castillo

Durango, Dgo.

En una madrugada fría y oscura, el reloj marcó las 5:00 am cuando los integrantes del grupo de ciclismo Correcaminos comenzaron su travesía desde el icónico Museo Bebeleche, en Durango. Rodeados de amigos y familiares que les desearon la mejor de las suertes, los ciclistas iniciaron con determinación su recorrido hacia una de las aventuras más desafiantes del año. 

El grupo, compuesto por ciclistas de diferentes niveles y experiencias, se adentró en la oscuridad con solo las luces de sus bicicletas y el brillo tenue de la luna para guiarlos. Desde el principio, el desafío fue evidente: el ascenso a Río Chico, una cuesta temida por muchos, se presentó como la primera gran prueba del día. Esta subida no solo demandó la fuerza física, sino también la mental, poniendo a prueba la resistencia y la fortaleza de cada uno de los ciclistas. Los rostros, aunque ocultos en la penumbra, reflejaban la concentración y el esfuerzo por mantener un ritmo constante mientras ascendían por la inclinada carretera.

La primera luz del día trajo un respiro para los Correcaminos. Al salir el sol, sus rayos comenzaron a calentar el ambiente, pintando el horizonte con tonos dorados y naranjas. Fue en ese momento cuando los ciclistas alcanzaron el poblado de Navíos, un punto crucial en la ruta. Aquí, los participantes hicieron una pausa, aprovechando la oportunidad para descansar, rehidratarse y reagruparse. El ambiente en Navíos era de camaradería y entusiasmo; se compartían anécdotas de los kilómetros ya recorridos mientras se preparaban para los retos que aún les esperaban.

Navíos, con su aire fresco de montaña y su paisaje pintoresco, sirvió como un oasis para los ciclistas. Aquí, los más experimentados ofrecían palabras de ánimo a aquellos que comenzaban a sentir el desgaste, recordándoles que lo más difícil ya había pasado y que la meta estaba cada vez más cerca.

Tras el breve descanso, los ciclistas volvieron a sus bicicletas, llenos de energía renovada y con la vista fija en el horizonte. La travesía continuaba, pero con el sol como aliado, la sensación de logro y superación personal comenzaba a florecer en cada uno de ellos. Para muchos, este no era solo un reto físico, sino una oportunidad para conectar con la naturaleza, superar límites personales y compartir una experiencia única con un grupo de amigos que, pedal a pedal, se había convertido en una familia sobre ruedas.

El viaje continuaba hacia el próximo destino, cada kilómetro recorrido simbolizando un paso más hacia la meta. Pero más allá de los kilómetros y los paisajes, lo que verdaderamente unía a los Correcaminos era el espíritu de compañerismo y la pasión por el ciclismo, que los llevaba a enfrentarse con valor a cada desafío que el camino les ponía enfrente. 

Así, bajo el cielo despejado y con el viento a su favor, los Correcaminos avanzaron con la convicción de que, juntos, llegarían lejos. Este fue solo el comienzo de una travesía que promete no solo retos, sino también recuerdos imborrables para cada uno de los ciclistas.

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