Por Gonzalo Martínez
El exorcista (The Exorcist), la cinta, por muchos catalogada como la reina del terror, ha polarizado a la audiencia desde su estreno en 1973. A punto de celebrar su 50 aniversario este 26 de diciembre, la película continúa protagonizando debates sobre fe, moralidad y la naturaleza del mal; en especial durante la temporada de Halloween, cuando las cuestiones de lo sobrenatural, lo terrorífico y lo diabólico se vuelven más prevalentes en la cultura popular.
Dirigida por William Friedkin, ganador de un Óscar y basada en una novela homónima de William Peter Blatty, el filme se basa en eventos reales que el propio Blatty, quien también fungió como guionista, descubrió en un artículo del Washington Post. Ahí, se detallaba la posesión demoniaca de un menor en Maryland que fue tratado por la Iglesia anglicana mediante un riguroso procedimiento de exorcismo. Con este acto, la institución confirmaba indirectamente la existencia de demonios, lo que implicaba también la de los ángeles y por lo tanto, de Dios.
La dualidad teológica sirve como ingrediente principal para la historia de la clásica obra del género de terror, la cual presenta a dos sacerdotes de ideologías divergentes: Damien Karras (Jason Miller), un joven cura cuya fe se basa en la sociología y la psiquiatría y el Padre Lankester Merrin (Stellan Skarsgård), un clérigo mayor que cree en un universo moral donde las apuestas son el cielo y el infierno. Ambos se unen en un intento desesperado por salvar a Regan (Linda Blair), una niña acechada por un ente maligno.
Entre la adoración y la condena
En diciembre de 1973 se proyectó por primera vez El Exorcista, suceso que generó una reacción sin precedentes en el público. Según describe el autor Nat Segaloff en su libro The Exorcist Legacy: 50 Years of Fear, la gente esperó durante horas bajo la lluvia y la nieve fuera del Cinema 1 en Manhattan para ver el thriller. La respuesta fue extrema. En el Savoy Theater de Boston, el metraje provocó una huida masiva: espectadores corriendo por los pasillos, algunos llegando a la calle antes de vomitar, mientras que otros no pudieron contenerse en el trayecto. Tom Kauycheck, gerente de la cadena de cines, describió la situación a Segaloff como “una escena de horror en sí misma”. Además, los que esperaban para la siguiente función se agitaban al ver las caras angustiadas de los que salían, una sugestión emocional que crecía incluso antes de que comenzara la película.
Con una recaudación global superior a los 400 millones de dólares, la polémica en torno al título fue significativa. Algunos afirmaban que la gran acogida representaba una victoria del mal sobre el bien, mientras que otros lo interpretaron como una afirmación de que Dios no está muerto. Esta última percepción se debió a que durante los minutos finales del metraje, el Padre Karras salva a Regan invitando al demonio a entrar en su cuerpo antes de lanzarse por una ventana, muriendo en el acto. Su sacrificio, que recuerda al de Cristo en la cruz, sugiere una resurrección de su fe y la salvación de su alma.
La acogida que tuvo su reciente secuela, El exorcista: creyentes, durante sus primeros días (éxito que lastimosamente no se extendió debido a su decepcionante producción) demuestra que las preguntas fundamentales que planteó la película original hace medio siglo aún continúan perturbando y dividiendo a la población.
El exorcista se encuentra disponible para su reproducción en la plataforma de Prime Video. Su segunda parte, Creyentes, aún se mantiene en la cartelera de cines a nivel global.