Por: Leopoldo Díaz Pérez
A finales de la década pasada en el Estado de Morelos tuve una charla con el embajador Walter Astié Burgos que desafortunadamente falleció en el 2021. Admirado en el medio diplomático: “Todo un profesional que puso el nombre de México en alto. Amaba su país.” Según palabras de un colega.
De personalidad luminosa y mirada penetrante, Astié proyectaba amabilidad, un trato delicado y una presencia que capturaba la atención.
Fue además de diplomático un gran escritor: ministro para asuntos políticos en la embajada de México en Washington; director general para América del Norte en la Secretaria de Relaciones Exteriores, embajador alterno en dicha representación diplomática (1989-1993) y Embajador de México ante el Gobierno del Reino de Dinamarca entre sus múltiples encargos y comisiones en sus más de 25 años de carrera.
Lo conocí en la presentación de una de sus publicaciones. La traducción de las memorias de Henrik Eggers quien en 1864 formó parte del cuerpo de voluntarios austriacos, que con el ejército de Napoleón III fue enviado a México para respaldar al Imperio de Maximiliano de Habsburgo y que de regreso a su tierra natal Dinamarca, publicó en 1869 sus vivencias en México, bajo el título “Memorias de México”.
Lo interesante de la obra del barón es que se alistó no por razones ideológicas o políticas sino por el afán de aventuras en el Nuevo Mundo por lo que su visión fue más objetiva y su inclinación quedó al lado de los liberales, evidenciando las consecuencias de tres siglos de dominio europeo. Como bien lo expresó en la presentación del libro Walter Astié al comentar el pretendido liderazgo de la raza latina de Napoleón III:
“Bajo esa visión geoestratégica y racial, México fue presa de las ambiciones de Europa y Norteamérica, y ambas se aprestaron a ayudar a su “desabilitada raza” a “salvarse de sí misma” y colocar al país bajo su “orbita civilizadora”
Sin duda las memorias del barón Eggers constituyen un antecedente de las relaciones de amistad entre daneses y mexicanos.
Volviendo al tema de la plática que nos ocupa, el entorno en el Estado de Morelos se mantenía permeado por las actividades delictivas del narcotráfico y particularmente por hechos violentos que rayaban en el terror. La furia de los ataques alcanzó los cielos; el avionazo en que perdieron la vida el ex secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño y el exfiscal antidrogas José Luis Santiago Vasconcelos fue reivindicado por el cartel del narcotráfico que hackeo las computadoras de la sala de prensa del gobierno del estado de Morelos con un mensaje que congeló las pantallas y el semblante de quienes las observaban; de ahí que la plática se enganchó en dicho tema.
Hice alusión a la Guerra del Opio a manera de esquematizar en un proceso histórico las diferentes causas, factores y consecuencias que operan en el fenómeno de la producción, distribución y consumo de narcóticos y que conforman una verdadera estrategia.
La embajadora amiga de Astié Burgos que compartía con nosotros acuñó la siguiente frase: “general, el narcotráfico es un asunto de soberanía nacional”, con la que culminó el encuentro.
En el siglo XIX la balanza comercial de Inglaterra era deficitaria debido a la importación de té de China, por lo que inició una agresiva política comercial para abrir el mercado chino, los chinos decían que no les interesaban los productos ingleses, pues ellos tenían la seda, la porcelana y las especies que se consideraban más valiosos y se comercializaban a cambio de la plata inglesa.
De ahí que los comerciantes británicos iniciaron a vender lámparas de combustión de un derivado del petróleo -el queroseno- y narcóticos lo que redundo en que la principal importación china fuera el opio, que pagaban igualmente con plata a los ingleses regresando el valioso metal a las arcas del Reino Unido.
El opio, tras ser elaborado [en la India], se vendía en subasta pública bajo el patrocinio oficial británico en la India y era posteriormente transportado a China por comerciantes privados británicos e indios autorizados por la Compañía de las Indias Orientales, que aún gobernaba la India. Las ventas de opio en Cantón pagaban los envíos de té (chino) a Londres en un próspero comercio triangular entre India, China y Gran Bretaña.”
John K. Fairbank. China, una nueva historia. 1996.
La introducción del opio en China paso de una etapa comercial a una fase de violencia que desató guerras y provocó pérdidas en su soberanía e integridad territorial.
La Compañía de las Indias Orientales ha pasado a la historia como una de las empresas más poderosas que poseía su propio ejército, al grado que dominó en aquel entonces casi todo el subcontinente indio (1600 – 1874).
Después de derrotar los ingleses a la Armada Española, la reina Isabel I otorgó a un grupo de empresarios ingleses una cedula real para consolidar el monopolio del comercio con las Indias Orientales, que incluía la potestad para hacer la guerra. Con el tiempo sus factorías se expandieron al golfo Pérsico, China y otros lugares de Asia. La Compañía Británica de la Indias orientales llegó a tener 260,000 efectivos militares, con los que se enfrentaban a comerciantes rivales, además de gobernar, cobrar impuestos y traficar esclavos.
Para la primera mitad del Siglo XIX la Compañía de las Indias Orientales ya introducía cantidades substanciales de opio a China (1,400 toneladas). La guerra sobrevino cuando la dinastía Qing intentó impedir el tráfico de opio que había provocado una dependencia generalizada en China que incluso alcanzó a la clase dirigente. De hecho, la prohibición del narcotráfico era añeja.
El emperador Daoguang censuró la venta y el consumo de opio en 1829 a causa de la creciente adicción y los daños a la salud de la población. La violencia se desató auspiciada por el comercio del opio. La gran demanda de la droga permitió a Gran Bretaña sanear sus finanzas públicas favoreciendo el desarrollo de occidente y la declinación del esplendor manchú.
En 1939 Lin Zexu comisionado por el emperador incautó 20,283 cofres de opio incluido el que se encontraba en las embarcaciones inglesas, se negó a indemnizar por tal decomiso a los británicos y prohibió la importación de la droga a China por lo que la marina real británica inicio el conflicto armado con China.
Después de varias campañas exitosas la flota británica penetró en el Yangtsé y tras capturar Zhenjiang bloqueó el Gran Canal, principal sistema logístico y navego hacia Nankin. La derrota forzó a China a tolerar el comercio del opio y los británicos presionaron a los chinos para firmar los Tratados Desiguales, por los cuales aceptaron la apertura de 5 puertos y a ceder la isla de Hong Kong a los británicos en 1842 conforme al Tratado de Nankín. Además de pagar los gastos de las guerras por 21 millones de taeles de plata que incluían la indemnización a los traficantes de opio y ceder derecho de extraterritorialidad a los súbditos británicos. Concesiones que en 1844 se ampliaron a Estados Unidos y Francia y que contemplaban también abolir los aranceles comerciales.
A las humillaciones sufridas por los chinos, siguió el ascenso del narcotráfico, rebeliones y crisis económica causada por la guerra del opio. Ante la incapacidad de China para cubrir las indemnizaciones en 1844 los británicos iniciaron a controlar el Servicio de Aduanas Marítimas de China por extranjeros occidentales.
En 1858 la segunda guerra del opio finalizó con el Tratado de Tianjin en el cual Reino Unido, Francia, Rusia y los Estados Unidos intervinieron para:
Establecer legaciones diplomáticas en Pekín.
Abrir al comercio internacional diez nuevos puertos.
Ceder a los buques extranjeros el derecho de navegar libremente por el rio Yangtsé.
Que China indemnizara al Reino Unido y Francia con 2 millones de taeles de plata respectivamente.
Autorizar a los extranjeros viajar a regiones internas de China.
Obligar a China a pagar una compensación a los comerciantes británicos de 2 millones de taeles de plata por los daños a sus propiedades.
Con el Tratado de Aigun Rusia obtuvo la orilla izquierda del rio Amur y la costa del océano Pacífico donde fundo Vladivostok.
Posteriormente ante la negativa de China para que se establecieran embajadas en Pekín una fuerza anglo-francesa irrumpió con un desembarco en Pei Tang y penetró hasta Pekín, incendió el Antiguo Palacio de Verano y saquearon la ciudad en 1860, forzando a ratificar y ampliar el Tratado de Tianjin con lo que se legalizó el comercio del opio y se concedió a los cristianos el derecho a la propiedad y a evangelizar.
Lo anterior además de otras concesiones:
Apertura del puerto Tianjin al comercio internacional.
Cesión de Kowloon al Reino Unido.
Indemnizar a Reino Unido y Francia con 8 millones de taeles de plata a cada uno.
William Ewart Gladstone (1809-1898) primer ministro británico calificó la triangulación del narcotrafico como “infame y atroz”.
@Leopoldiazperez