José Miguel Castro Carrillo
El psicoanalista Erich Fromm dijo que el sentido de la vida no es más que el acto de vivir en uno mismo y cómo experimentamos cada una de las horas y los días, de los meses y los años, moldea el propósito de nuestra existencia, que es, a su vez, es el responsable de sentir plenitud.
A nivel celular, respondemos positivamente a un bienestar psicológico basado en la conexión y el propósito, por lo que una investigación de la Universidad de California en Los Ángeles a cargo de Steve Cole, profesor de Medicina y Psiquiatría estudia cómo reaccionan nuestros genes ante el estrés y cómo sentirnos bien mentalmente incide en el genoma
En el estudio, Cole distinguió dos tipos de bienestar psicológico, uno, vinculado a los eudaimonistas, poseedores de una motivación que da sentido a su existencia; y dos, el hedonista, que básicamente obtiene satisfacción de la constante autogratificación, especialmente a través de la búsqueda y posesión del placer material y físico.
En la investigación, se descubrió que, mientras el perfil genético de los eudaimonistas es favorable a las células del sistema inmune al potenciar niveles bajos de inflamación y una fuerte expresión de genes vinculados a anticuerpos, el hedonista se manifiesta de forma contraria: alta inflamación y baja expresión de los genes antivirales y anticuerpos.
La actitud de los eudaimonistas les lleva a vivir con más tranquilidad, con todos los beneficios que esto conlleva. Los hedonistas, en cambio, parece que viven con mucha más presión, lo que les acarrea estrés. Y este, entre otros muchos perjuicios, puede dañar los telómeros, los extremos de los cromosomas cuya función es evitar daños en el ADN, haciendo que envejezcan antes.
Los placeres hedonistas son como calorías vacías que no aportan nada y no contribuyen a beneficiarnos físicamente, ya que a nivel celular el cuerpo responde positivamente al bienestar psicológico basado en el sentido de conexión y el propósito.
Aunque todos los indicios científicos apuntan a que tener un propósito en la vida nos beneficia y mucho, es evidente que no todo el mundo se apasiona por las mismas cosas, y que no todas despiertan el mismo grado de pasión ni de bienestar.
Hay distintas formas de motivación, unas son externas al individuo y a la actividad que realiza, mientras que otras proceden del interior de la persona, la cual no espera ninguna recompensa externa, lo que se asocia a los deseos de autorrealización y de crecimiento personal, como en el caso de los deportistas. También hay motivaciones positivas, en las que la propia actividad es la que genera un estado de bienestar, y negativas que, de forma opuesta, espolean a las personas a emprender una acción para evitar una consecuencia negativa. Por otro lado, también se consideran cuando hay estimulación por logro cuando el fin es el que mueve a la persona a vencer un desafío concreto ante sí mismo, por competencia si el detonante es ser considerado el mejor realizando un determinado trabajo y por afiliación cuando la cooperación y el trabajo en equipo son el principal estímulo.
Hay dos tipos de bienestar psicológico: el de las personas poseedoras de una motivación que da sentido a su vida; y el de los hedonistas, que obtienen satisfacción a través del placer físico y material. Éstos podrían tener telómeros más cortos, lo que se pudo observar dentro de los estudios.
Más allá de las tendencias, las opiniones y las falsas esperanzas de los libros de autoayuda, se explora la increíble conexión entre una vida motivada y las últimas evidencias científicas sobre la calidad de vida y la longevidad.
En definitiva, que los estímulos positivos, mucho más que los negativos, son los que nos empujan a luchar y una vez lograda la motivación, la vida es más placentera y mucho más saludable. En realidad, no importa lo que esperamos de la vida, sino lo que la vida espera de nosotros.