José Miguel Castro Carrillo
Donald Trump ha vuelto a apuntar a Groenlandia al plantear de nuevo que Estados Unidos la compre o se haga con ella por otros medios, ya que adquirir la isla es “una necesidad absoluta” para garantizar su “seguridad económica” y no descartó el uso de la fuerza militar para lograrlo.
El interés de Estados Unidos en hacerse con ella no es nuevo, pero se ha reavivado en los últimos años a medida que el deshielo provocado por el cambio climático aumentaba las expectativas de apertura de nuevas rutas para la navegación y un mayor acceso a las materias primas estratégicas que alberga.
Groenlandia forma parte del reino de Dinamarca y, este territorio “no está en venta”, y pese a ser la mayor isla del planeta, Groenlandia es también el territorio más escasamente poblado, con alrededor de 56 mil habitantes, la mayoría inuit, conocidos antes como esquimales.
Como cerca de un 80% de su superficie está helada, la población se concentra en la costa sudoccidental, en torno a la capital, Nuuk, y la economía local se basa principalmente en la pesca y depende en gran parte de los subsidios que aporta el gobierno danés, que representan aproximadamente una quinta parte del Producto Interno Bruto de Groenlandia.
Aunque ubicada geográficamente dentro de Norteamérica, Groenlandia forma parte de Dinamarca desde hace tres siglos, a esta región llegaron exploradores y colonos nórdicos desde finales del siglo X, pero para el siglo XV sus asentamientos habían desaparecido.
Hasta que, en 1721, el misionero Hans Egede comandó una expedición tras la que colonos daneses comenzaron a instalarse en las cercanías de lo que hoy es la ciudad de Nuuk y Groenlandia se convirtió en territorio danés.
Groenlandia es, como las Islas Feroe, un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, aunque gobernada como una colonia, permaneció aislada y apenas desarrollada hasta 1953, cuando fue oficialmente incorporada al Reino de Dinamarca y sus habitantes se convirtieron en ciudadanos daneses.
En 1979 la isla adquirió el estatus de territorio autónomo y en 2009 Dinamarca aprobó tras un nuevo referéndum entre los groenlandeses una ley que amplió las competencias del gobierno local y abrió la puerta a una posible independencia de Groenlandia tras negociaciones entre los gobiernos de Copenhague y Nuuk. En otras épocas Estados Unidos se expandió mediante la compra de territorios que estaban en manos de potencias europeas, en 1803 le compró Luisiana a Francia, en 1819 Florida a España y en 1867 Alaska a la Rusia de los zares.
Dinamarca también fue parte de esos tratos, en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, le vendió las Indias Occidentales Danesas, unas islas que poseía en el Caribe, que pasaron a llamarse Islas Vírgenes de Estados Unidos y desde entonces han estado bajo soberanía de Washington.
En 1946, convencido de la importancia estratégica de la isla del Ártico, el entonces secretario de Estado estadounidense, James Byrnes, ofreció al embajador danés en Washington 100 millones de dólares en lingotes de oro por ella. La oferta fue rechazada de plano por el gobierno danés.
Finalmente, cuando asumió que los militares estadounidenses no iban a marcharse de la isla, Dinamarca firmó en 1951 con Estados Unidos un acuerdo que regulaba su presencia en Groenlandia. Washington mantuvo allí elementos de su sistema de alerta temprana antimisiles y la Base Aérea John Thule, hoy convertida en la Base Espacial Pituffik.
Así, aquel mundo que las grandes potencias se repartían sin atender otra consideración que la de sus intereses puede estar otra vez, a punto de volver.