Fui, vi y escribí: Mira quién viene a tocar

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admin 13/04/2023
Updated 2023/04/13 at 6:36 PM
The Beatles performing on stage, circa 1963. Left to right: Paul McCartney, Ringo Starr, George Harrison (1943 - 2001) and John Lennon (1940 - 1980). (Photo by King Collection/Avalon/Getty Images)

Por Hinde Pomeraniec
Infobae
Hola, ahí.
Como te contaba la semana pasada —y como te cuento siempre— tengo debilidad por el pasado, por los cambios que provoca el tiempo en nosotros y en lo que nos rodea y, también, por la construcción de la memoria, que es individual pero también es colectiva.
Me provoca especial fascinación cuando aparecen datos, testimonios o documentos que rearman el puzzle de la Historia, que siempre puede ser modificada en función de nueva información o de materiales desconocidos que llevan a repensar lo que se creía agotado.
No me refiero a nuevas formas de tratar o contar la Historia sino a lo que sucede cuando, de manera inesperada, emergen piezas ignoradas que, necesariamente, habrán de cambiar el orden de lo que se conocía hasta el momento.
Un internado en Buckinghamshire
En febrero de 1995 la espera se hacía insoportable. Entonces no había un celular en cada mano ni redes sociales pero sí había trascendido la información: era inminente la aparición de grabaciones desconocidas y material inédito de los Beatles. LOS BEATLES. Todo terminaría formando parte del proyecto Anthology, conformado por un documental de 8 episodios, tres discos y un libro, que fueron publicándose a lo largo de varios años.
Por entonces, en su programa de radio desde Pinamar, Juan Alberto Badía calentaba motores para la gran revelación y los fans que estaban cerca de vacaciones (entre ellos W., mi marido, y nuestro amigo Ricardo) iban a diario hasta el lugar desde donde se emitía “Estudio Playa” para preguntarle a Badía si había tenido noticias porque todos sabíamos que, en la Argentina, nadie iba a saber eso antes que él. Y todos queríamos saber, ver y escuchar.
Los más grandes seguro recuerdan lo que fue la salida de Free As a Bird, el primero de los temas “nuevos”. Fue como sentirse parte de un renacimiento.
Me acordé de ese momento porque hace unos días apareció una grabación desconocida de los Beatles. Fue hecha durante una presentación en una escuela del condado de Buckinghamshire, un internado para varones, en 1963, apenas dos semanas después de la salida de su primer disco, Please, Please Me y cuando el grupo comenzaba a ser conocido y adorado.
La revelación se hizo en Front Row, un programa de radio de la BBC, casi exactamente 60 años después del concierto de la banda, que tuvo lugar en el auditorio del colegio el 4 de abril de 1963 y al que llegaron tarde: acababan de volver de París, donde habían estado grabando un programa.
El autor de la grabación fue John Bloomfield, alumno del internado Stowe y compañero de David Moores, quien le había escrito a Brian Epstein, agente del grupo, para contratarlos. Moores pertenecía a una conocida familia de comerciantes de Liverpool. El cachet solicitado por Epstein hoy parece una broma: £100,. La “inversión” se recuperó con los tickets que se vendieron entre los alumnos del internado.
John Bloomfield era ya entonces un muchacho apasionado por la tecnología y por esos días estaba probando un nuevo grabador. Vaya a saber por qué guardó la cinta durante todos estos años y recién ahora reveló que la tenía. “Puede parecer exagerado, pero ese día sentí que eran algo de otro planeta”, declaró Bloomfield. El show grabado tiene dos partes de media hora cada una y en total incluye 22 canciones. Aunque la mayoría de los asistentes eran varones, se cuelan algunos grititos femeninos de chicas que se acercaron a escucharlos.
La grabación del show arranca con I Saw Her Standing There (al igual que el disco que los Beatles habían lanzado el 22 de marzo) y luego siguieron alternando sus temas con sus covers de Rythm & Blues de músicos como Chuck Berry. Una de las enormes diferencias con las grabaciones posteriores es que en esta, aunque hay algunos chillidos, no hay gritos de fans que pasen por encima de las voces del grupo. Pese a que el disco era flamante, se escucha a algunos de los chicos asistentes nombrar los temas. Es el comienzo de la Beatlemanía.
”Creo que es una grabación increíblemente importante. Esta cinta completamente inesperada es fantástica porque los escuchamos justo en la cúspide del avance hacia la fama mundial (…) Hay ahora una oportunidad de escucharlos en el Reino Unido y en un ambiente donde se los escucha bien ya que la cinta los captura de manera adecuada incluso cuando bromean con la audiencia”, dijo Mark Lewisohn, biógrafo de los Beatles y una de las primeras personas que escuchó la grabación, junto con la autora de la nota de la BBC, Samira Ahmed, quien en su blog y en una nota del Observer da detalles de cómo llegó a obtener semejante revelación.
Ahí cuenta también cómo fue que ella, el propio Bloomfield y el biógrafo de los Beatles acordaron un horario para escuchar todos juntos —y desde el lugar del mundo en el que estaban— la cinta completa. Y también incluyó la playlist, que copio aquí para que todo fan de los Beatles que se precie pueda disfrutar igual que yo.
PLAYLIST:
I Saw Her Standing There
Too Much Monkey Business
Love Me Do
Some Other Guy
Misery
I Just Don’t Understand
A Shot of Rhythm and Blues
Boys
Matchbox
From Me To You
Thank You Girl
Memphis Tennessee
A Taste of Honey
Twist and Shout
Anna
Please Please Me
Hippy Hippy Shake
I’m Talking About You
Ask Me Why
Till There Was You
Money
Resulta que el nombre de Samira me resultaba familiar, así que seguí haciendo un poquito de periodismo y me encontré con que la conductora de Front Row tiene 54 años, es una conocida periodista y escritora y se hizo muy popular fuera del Reino Unido por ganarle un juicio laboral a la BBC. ¿La causa? Discriminación salarial por razones de género. Ahmed denunció en 2019 a la compañía porque cobraba seis veces menos que su compañero, Jeremy Vine. El tribunal laboral falló de manera unánime a su favor, unos meses después.
Segundo dato que a lo mejor solo me importa a mí: ahí, en Buckinghamshire, donde tocaron los Beatles cuando comenzaban a ser famosos, vivió un tiempo en una casa de campo la escritora Katherine Mansfield.
Palo Alto
1968 fue un año clave de la revuelta fenomenal de la comunidad negra de los Estados Unidos en busca de sus derechos. Ese fue el año en el que asesinaron a Martin Luther King y al senador Bobby Kennedy. Ese mismo año, Thelonious Monk (1917-1982) dio junto con su famoso cuarteto un concierto insólito en la zona blanca de Palo Alto, California.
Monk estaba atravesando un momento duro de su vida tanto por su salud mental como por problemas económicos, cuando un chico de Palo Alto, fanático del jazz, buscó cumplir un sueño y le envió una propuesta a su agente para que Monk tocara en su escuela secundaria. El cachet de Thelonious era de 500 dólares.
El joven promotor del show se llamaba y se llama Danny Scher y consiguió reunir a un público interracial que ese domingo de octubre escuchó durante unos 50 minutos a uno de los monstruos del jazz en un show histórico exclusivo y que, hasta el año 2020 no estuvo documentado. Monk tocó acompañado por el contrabajista Larry Gales, el baterista Ben Riley y el saxofonista Charlie Rouse, poco tiempo antes de separarse como grupo.
Daniel Bajarlía cuenta que el pelirrojo Danny Scheren, de familia judía y con buena posición económica, había sido elegido presidente de la comisión de proyectos solidarios a escala internacional y juntaba fondos para causas como la construcción de escuelas en Latinoamérica y África o los Cuerpos de Paz a través de la organización de conciertos de jazz. “Ya había llevado al colegio al pianista Vince Guaraldi, al creador del scat John Hendricks y al vibrafonista Cal Tjader, pero estaba obsesionado con conseguir a sus ídolos, Thelonious Monk y Duke Ellington”, escribió Bajarlía.
La mezcla entre negros y blancos en el auditorio no fue casual. Ocurrió porque Danny, al ver que los tickets no se vendían masivamente entre el público de la zona de la escuela decidió ir a la zona Este de Palo Alto, por entonces considerada una suerte de gueto afroamericano con uno de los índices más altos de pobreza y desempleo de la región. Allí el chico consiguió entusiasmar a muchos, pero primaba la desconfianza (“¿Thelonious Monk va a venir acá?”), por lo que el joven promotor tuvo la gran idea de decirles que fueran ese día al estacionamiento de la escuela y, una vez que comprobaran la llegada de Monk, compraran la entrada. Y así ocurrió.
El disco se llama precisamente Palo Alto y, al igual que Bloomfield con la cinta de los Beatles, Danny Scher, quien hoy sigue siendo promotor de música en la Costa Oeste, mantuvo la grabación guardada por más de 50 años. En realidad, en su momento la dejó en el desván de la casa de sus padres y la descubrió por casualidad hace unos años. El concierto fue grabado por el conserje de la escuela, quien pidió autorización para hacerlo a cambio de afinar el piano en el que tocó Thelonius.
Hoy lo que fue una grabación casera tiene forma de disco profesional, gracias al trabajo de expertos en sonido, entre ellos el hijo de Monk. Hay temas clásicos y, aunque se conservan algunas desprolijidades, transmite la emoción y la vitalidad de una música extraordinaria desplegada en un contexto también extraordinario. Es arte y es documento. Y apareció el año en que, a partir del crimen de George Floyd a manos de la Policía, en Estados Unidos y en el mundo se pudo confirmar con amargura que el racismo no es cosa del pasado.
Bill Evans y la Reina de la Primavera
El 25 de septiembre de 1979, Bill Evans llegó en auto con sus músicos Marc Johnson y Joe La Barbera y su agente Helen Keane a San Nicolás para dar un concierto. Pero el trío encabezado por el gran genio del jazz no era el número principal: esa noche, en el Teatro Municipal Rafael Aguiar iban a elegir a la Reina de la Primavera y la música de Evans resultaba secundaria a los fines del gran evento.
Evans, uno de los nombres más rutilantes de la música contemporánea, atravesaba los que iban a ser los últimos meses de su vida (murió el 15 de septiembre de 1980, a los 51 años), sus adicciones estaban en un punto alto y su hermano mayor se había suicidado poco antes de esta gira. Parece una ficción argentina con toques bizarros, pero el hecho ocurrió.
En 2018, Joaquín Sánchez Mariño viajó a San Nicolás para reconstruir ese delirio del que no hay documento vivo. Escribió una gran crónica en el diario La Nación, logró hablar con algunos asistentes al concierto y con algunas de las finalistas del concurso y, también, entre sus fuentes estaba Claudio Parisi, el arquitecto y periodista que ya estaba trabajando en su libro Grandes del jazz internacional en la Argentina (1956-1979).
Publicado por Gourmet Musical, el libro de Parisi es un tesoro para los fans del género y recupera episodios extraordinarios de músicos enormes, entre ellos, esta visita rarísima de Evans a un lugar insólito y sin público afín.
Tampoco los productores que lo trajeron eran público afín.
Como cuenta Parisi en su libro, Ronnie Scally y Jorge Giovanelli eran dueños de una agencia de publicidad a la que con el tiempo le sumaron una productora de espectáculos. Su debut en el mundo del jazz fue, justamente, con estos conciertos del trío de Evans en Buenos Aires (Teatros Ópera y Teatro San Martín), en Rosario (Teatro El Círculo), y en San Nicolás (Teatro Aguiar).Según la crónica de Sánchez Mariño, la compañía Warner, el sello de Evans en esa época, sugirió a los productores incluir antes de Rosario una fecha en San Nicolás porque cerca de ahí estaba instalada una petrolera norteamericana y podían encontrar una comunidad estadounidense grande, es decir, lo que imaginaban como audiencia potencial, algo que no sucedió.
Scally murió en 2014, Giovanelli —conductor del auto que llevó a Evans y su grupo a San Nicolás— le explicó así a Claudio Parisi las razones de la llegada del músico y, también, lo mal que les salió el negocio:
“La idea de incluir en nuestra agencia de publicidad una productora de espectáculos surgió porque, con mi socio Ronnie Scally, empezamos a tener contactos con Rusia –dice Jorge Giovanelli–. A partir de esto comenzamos a vincularnos y meternos en el Teatro Colón y otras salas: Maya Plisétskaya y todo lo que era la producción de Ballet del Colón, después continuamos con los gimnastas rusos, el Circo de Moscú, etc. A raíz de todo esto, como teníamos mucha relación con el Teatro San Martín, nos piden si podíamos aportar algo de jazz. Yo de jazz no sabía ni sé un carajo (risas), pero en la agencia estaba Rodolfo Sciammarella como director creativo. Un gran creador de jingles. Me siento con Rodolfo y le digo: ‘Gordo, me están pidiendo algo de jazz y yo no entiendo nada’. Y él me dice: ‘Esperá que hablo con alguien de SADAIC y veo qué se puede hacer’. A los pocos días me vino con cuatro o cinco nombres importantes y los costos de traerlos. Hicimos toda una selección y quedaron Bill Evans, Stan Getz y Morgana King. Ronnie viaja a Nueva York para Bill Evans y Stan Getz, y a Los Ángeles para Morgana. La cosa es que a Morgana no le daban la visa de trabajo por antecedentes de drogas. El primero que vino, entonces, fue el trío de Bill Evans. Y perdimos una fortuna”.
A diferencia de las historias de los Beatles en Buckinghamshire y de Thelonious en Palo Alto, y aunque hay testimonios que cuentan, por ejemplo, que en el teatro municipal Evans se encontró con un piano Checkering igualito al que usaban él y su hermano cuando eran niños, no hay registro sonoro de lo que fue el concierto en San Nicolás: el piano fue afinado de urgencia, se sabe que Evans no estaba en su mejor momento y la presentación no fue buena como las de Buenos Aires (que sí fueron grabadas) ni como habían sido los conciertos de 1973, en la primera visita de Evans a la Argentina.
Lo que podrá verse pronto, en cambio, es una película basada en la historia que narró Sánchez Mariño. El 11 de mayo se estrenará Bill 79, escrita y dirigida por Mariano Galperín que, con las licencias que brinda la ficción, cuenta la historia de esta visita curiosa e inesperada de un modo que cruza la tragedia personal de un artista y sus adicciones con el grotesco criollo que es posible ver y disfrutar en Esperando la carroza pero también en Cha Cha Cha.
La película de Galperín reproduce a su modo lo bizarro del episodio San Nicolás. Hablábamos en estos días con Leandro Donozo, editor de Gourmet Musical y gran conocedor del jazz, y me decía que de esta película le gusta mucho la libertad literaria, el juego de referencias y pequeños guiños con los que trabajó Galperín mucho más que cualquier documental actual vinculado a la música. “Hoy esa clase de documentales son una forma de las fake news”, me decía, “manipulan información de manera vergonzosa, mezclan cosas, no citan fuentes. Están hechos con gran irresponsabilidad”.
Una vez más, en esta película argentina es posible disfrutar de muchos y buenos artistas que vienen del teatro. Las actuaciones de Diego Gentile como Evans y de Marina Bellati como su agente son buenísimas, igual que algunas escenas, como la de la visita de Evans a la casa de la abuela de Diego (Paco Gorriz), un vecino fan que no puede creer eso de estar al lado de uno de sus ídolos.
Hay, también, una buena reproducción de la época: es plena dictadura en la Argentina y ciertas formas de la vida cotidiana aparecen como una sorpresa para los músicos extranjeros. De paso te cuento que volver a ver imágenes de retenes y arbitrariedades varias me generó bastante más que inquietud por el pasado.
La escena de Bill Evans comiendo las empanadas hechas por la abuela de Diego (Elvira Onetto) mientras se baja la custodiada botella de Chivas Regal mirando por TV la pelea de box de Galíndez con Rossman vale la película. Otra escena que me gusta es la de cuando Bill Evans ayuda a maquillarse a una de las participantes del concurso, que no tiene la menor idea de quién es ese señor excéntrico que habla inglés, que se entusiasma con la sombra color verde para ojos y luce tan pero tan diferente a nosotros. A nosotros, los mortales, agregaría…
Espero que te hayan interesado las historias que conté y que este envío sea solo un puntapié inicial para que sigas buscando materiales sobre músicos excepcionales y eventos poco conocidos.

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