Vanessa Félix
En entregas anteriores expliqué una especie de calendario de la ruta político-electoral para el 2024. Lo explicaba en 3 tercios o semestres, que más o menos era el tiempo restante para la elección presidencial y de muchos más cargos de elección popular el año entrante.
Explicaba que el primer tercio, consistía en el primer semestre de este año 2023. De enero a junio, veremos reacomodos sobre todo de los grupos y corrientes políticas al interior de los partidos. Ya saben, la foto de tal personaje en un restaurante con sus iguales y enviando señales de acuerdos venideros. También, habrá políticos que redoblaran sus esfuerzos en medios y redes sociales. Es momento del posicionamiento y de los primeros acuerdos. Quienes jugarán con quién y por qué no, hasta por cuál partido.
El segundo tercio, es el segundo semestre del año actual. De agosto a diciembre, quienes tengan “permiso” por sus jefes políticos comenzarán a moverse aún más fuerte. Comenzará el golpeteo de unos contra otros. La medición de para qué cargo le alcanza a cada quién, y definitivamente quienes deberán competir por fuera o de plano, apoyar algún proyecto encabezado por alguien más. “Listos para lo que viene” será la frase o su equivalente más repetida en estas fechas.
El primer semestre del 2024, será el desenlace de la trama política que al parecer hemos estado viviendo por adelantado. Ya será precampaña, campaña y el momentum estará en su punto máximo. Ya tendremos definiciones y la competencia habrá llegado a su fin.
Dicho esto, tan sólo en cuestión de tiempo, la alianza (PRI-PAN-PRD) ya va perdiendo. Los actores políticos y la militancia no están seguros de con quién estarán haciendo equipo entre los partidos. Ya lo comenté, en Sinaloa, en el PAN están esperando qué va pasar con el tricolor. Mientras el PRI siga sin dirigente, en el azul tienen incertidumbre de con qué grupo político lidiarán para conformar una alianza competitiva.
El jaloneo por las candidaturas será todo un problemón. No veo al panismo cediendo fácilmente espacios ante un priismo dividido y tal vez debilitado. Si antes en el tricolor privilegiaban encabezar los mejores distritos o municipios, ahora esa negociación será mucho más complicada.
La apuesta electoral es a la estructura robusta del PRI. Esa famosa maquinaria que aceitada con el arrastre de un candidato esperanzador y la inversión económica para la operación eficaz solía ser invencible. Ahora no se ve, a priori, ese personaje que ofrezca la motivación necesaria ni la certidumbre para recibir el apoyo de las mujeres y hombres de negocios.
A día de hoy, parece mucho más, que la visión aliancista es el control de los institutos políticos para asirse con las candidaturas plurinominales. Ahí, quien gana, son los grupos políticos, después los partidos y al final, el pueblo.
Finalizo reconociendo la capacidad y los buenos cuadros en los partidos que conforman la coalición opositora. Sin embargo, creo que actualmente, la realidad ofrece un panorama poco promisorio. Deben construir mucho en muy poco tiempo. Mientras, en Morena van todos a una, continúan sumando (y restando lastres). Hay ventajas que no se pueden negar. Por ahora esperan la indicación de un líder.