Por: Alex Treviño.
El centro histórico de Durango, con su arquitectura colonial, su riqueza cultural y su vibrante actividad comercial, es el corazón de nuestra ciudad. Sin embargo, en los últimos años, un problema social ha comenzado a afectar no solo la imagen de este emblemático lugar, sino también la dinámica de los negocios que lo habitan: la indigencia.
La presencia de personas en situación de calle en el centro histórico es un reflejo de las desigualdades sociales y económicas que persisten en nuestra sociedad. Para los comercios, este fenómeno se ha traducido en desafíos como la disminución de clientes, la percepción de inseguridad y, en algunos casos, daños a propiedades.
Aunque es fácil culpar a quienes viven en la calle, es importante recordar que la indigencia es un problema estructural, resultado de la falta de acceso a vivienda, empleo, salud mental y redes de apoyo. La responsabilidad de abordar este problema no recae únicamente en el gobierno o las organizaciones civiles; es una tarea que nos compete a todos.
Como ciudadanos, podemos contribuir de varias maneras. Por ejemplo, fomentando la empatía y evitando estigmatizar a las personas en situación de calle, también apoyando iniciativas que brinden oportunidades reales de reintegración social, como programas de empleo, talleres de capacitación y centros de atención integral, o exigiendo a nuestras autoridades políticas públicas efectivas que aborden las causas raíz de la indigencia, como la pobreza y la falta de acceso a servicios básicos.
Los empresarios y comerciantes del centro histórico también tenemos un papel crucial. En lugar de ver a las personas en situación de calle como un obstáculo, podemos convertirnos en agentes de cambio. Por ejemplo, podríamos colaborar con organizaciones locales para ofrecer empleos temporales o apoyar campañas de sensibilización. Además, trabajar en conjunto con el gobierno y la sociedad civil para crear un plan integral que beneficie a todos.
La indigencia no es un problema aislado; es un reflejo de las carencias de nuestra sociedad. Si queremos preservar la belleza y vitalidad del centro histórico de Durango, debemos actuar de manera conjunta y solidaria. Solo así lograremos construir una ciudad más inclusiva, donde nadie tenga que vivir en la calle y donde los negocios puedan florecer en un entorno de equidad y respeto. La solución está en nuestras manos. ¿Estamos dispuestos a hacer nuestra parte?