La leyenda de Tom Brady: de ser considerado “muy delgado” y “fácil de derribar” a convertirse en el mejor de la historia de la NFL

Gonzalo Martínez
Gonzalo Martínez 02/02/2022
Updated 2022/02/02 at 9:03 PM

Infobae
Era un día cualquiera del mes de mayo de 2000 cuando Robert Kraft, el magnate del papel que en 1994 había invertido 175 millones de dólares para adueñarse de unos desahuciados New England Patriots que arrastraban cinco temporadas consecutivas con balance negativo, salió de su oficina en las instalaciones de la franquicia en Boston y se cruzó con un joven que llevaba una caja de pizza bajo el brazo.

-Señor Kraft, no nos conocemos. Soy Tom Brady.

Kraft sabía quién era el joven Brady: sabía que se había formado en la Universidad de Michigan y sabía que había sido postergado hasta la sexta ronda del Draft porque nadie confiaba en su desarrollo. Los informes de los ojeadores habían sido lapidarios: decían que Brady era muy delgado, que carecía de estatura y fuerza, que no tenía un brazo muy potente, que no tenía movilidad ni capacidad para escaparse de los rivales y que era fácil de derribar. Kraft sabía todo eso, pero no sabía quién iba a ser Brady, aunque en aquel primer encuentro el mariscal de campo elegido después de 198 jugadores se lo advirtió.

-Así es. Y soy la mejor decisión que ha tomado esta organización.

El tiempo, rendido ante lo evidente, le dio la razón. Tom Brady anunció oficialmente su retiro el martes 1 de febrero, 22 años después de aquella conversación, consagrado como el mejor jugador de la historia de la NFL. Un currículum abreviado de Brady, injusto para resumir su legado, diría lo siguiente: que fue siete veces campeón del Super Bowl en 10 finales disputadas, que conquistó cinco veces el premio al mejor jugador del Super Bowl, que recibió en tres oportunidades el MVP de la temporada regular, que fue el líder del último equipo en registrar una temporada regular perfecta y que se marchó del deporte como el líder histórico en yardas aéreas, pases de touchdown y victorias tanto en temporada regular como en playoffs.

La construcción de Brady como un nombre indiscutible en el Monte Rushmore del deporte estadounidense es la de un hombre que, a diferencia de otras leyendas a su altura, no estaba predestinado a la eternidad. El escepticismo en torno a sus méritos, a sus chances y a sus probabilidades, fue un compañero de ruta permanente en su escalada hacia el panteón. Su ascenso es el retrato de un obsesivo que trabajó sin descanso para tiranizar la liga durante más de dos décadas.

El comunicado que confirmó su despedida a través de las redes sociales, las palabras que eligió para exponer su alejamiento definitivo, son un ejemplo: “Es difícil de escribir, pero aquí va: no voy a tener ese compromiso competitivo nunca más. He amado mi carrera en la NFL, y ahora quiero utilizar mi tiempo y energía en otras cosas. Me he hecho muchas preguntas, y estoy orgulloso de lo conseguido”.

“Esforzarte mucho es un rasgo perdurable. Parte de tu carácter. Si no lo tenés, en algún momento el talento se agota. En el Draft te eligen en base a tu talento o potencial, pero lo perdurable del talento y el potencial es el esfuerzo. Los que estaban delante mío eran físicamente más fuertes que yo. Tuve que ganar mucho terreno para alcanzarlos”, recuerda Brady sobre su desembarco en la NFL en Man in the Arena, la serie de diez capítulos sobre su vida que postergó su último episodio originalmente programado para el último 18 de enero.

Junto a su trabajo incansable, el mito Brady sobresale por una singularidad poco habitual entre las estrellas más incandescentes: su altruismo para no siempre asumir el rol de héroe que acude a la cita para salvar a sus compañeros, para no calzarse siempre el traje de salvador si había una mejor opción para llegar a buen puerto. Brady, quien durante años aceptó varios millones menos de los que merecía en sus contratos para permitirles a sus equipos diseñar un mejor plantel, forjó en la Universidad de Michigan aquella mentalidad bajo las órdenes del entrenador Bo Schembechler, hoy acusado de no haber actuado ante los abusos cometidos por el doctor Robert Anderson, que repetía una y otra vez que “el equipo, el equipo, el equipo” era lo más importante de todo.

Bill Belichick, su coach y socio ideal de la dinastía Patriota, afianzó aquella identidad. “Un equipo es una culminación de talento y de lo que podés aportar para que tu equipo gane”, evalúa el propio Brady en el documental que puede verse en la plataforma Star +. La mística que forjaron los Patriots, con el doble comando Belichick-Brady al mando, tenía un único objetivo.

“El fútbol americano”, confesó la súper modelo Gisele Bündchen que en 2009 se casó con Brady, “es su primer amor”. Cuarto mariscal de campo durante su primer año en Nueva Inglaterra, con una avanzada silenciosa se convirtió en el segundo quarterback de su equipo al superar a John Friesz y Michael Bishop. Drew Bledsoe era el indiscutible mariscal de campo y había sido renovado por 10 años con un contrato de 103 millones de dólares, un panorama no muy alentador para un Brady que nunca claudicó.

La grave lesión de Bledsoe en el segundo encuentro de la temporada le entregó la oportunidad a Brady de ser titular y nunca más salió porque Belichick lo sostuvo incluso pese a la recuperación física del Bledsoe. Con un equipazo que se fortalecía desde su defensa, fue adaptándose al ritmo de la liga, llegó al Super Bowl y se adueñó de su primer anillo en una final en la que fue premiado como el jugador más valioso. Días después, Bledsoe se marchó a Buffalo Bills.

Los campeones no clasificaron a los playoffs de la temporada siguiente y los medios castigaron al joven mariscal de campo, pero Brady respondió: hilvanó 21 triunfos consecutivos entre las temporadas 2003 y 2004, años en los que levantó en dos oportunidades el trofeo Vince Lombardi. La campaña 2007 fue perfecta para New England, con 16 victorias en igual cantidad de partidos. La histórica marca, inolvidable y prácticamente inalcanzable en la actualidad que ocurrió en apenas ocho oportunidades en la historia del fútbol americano, concluyó como uno de los episodios más dolorosos con la derrota en el Super Bowl XLII ante los sorprendentes New York Giants.

El desgarro que sufrió tanto en el ligamento cruzado anterior como en el ligamento colateral de la rodilla izquierda sembró dudas en torno a su futuro en una posición en el que el promedio de años de carrera profesional es de apenas cuatro años y cuatro meses de acuerdo a un estudio realizado en 2019. Pero Brady se recuperó y volvió en plenitud aunque registró una nueva derrota en la final frente a los Giants en 2011. La reacción no fue inmediata, pero Brady volvería a ganar: en 2014 remontó diez puntos en el último cuarto frente a los poderosos Seattle Seahawks para desatar una nueva celebración como campeones de Estados Unidos.

Aquella travesía fue salpicada por la polémica: en un escándalo nacional que recibió el nombre de “Deflategate”, Brady fue acusado de manipular y desinflar los balones para su beneficio. Tras una larga pugna en los juzgados, Brady dejó su lucha y aceptó la sanción de cuatro partidos de suspensión que la NFL le impuso para la temporada 2016, un año en el que también atravesó una dura batalla junto a su madre, quien había sido diagnosticada con cáncer de mamá. Entre sesiones de quimioterapia y operaciones, Brady le prometió a su madre un boleto al Super Bowl y no falló: en una revancha personal para él, Brady logró una de las mayores remontadas de la historia tras revertir una desventaja de 25 puntos frente a Atlanta Falcons en el Super Bowl LI.

MVP a los 40 años, sufrió una inesperada derrota en el Super Bowl LII ante Philadelphia Eagles a la que respondió con un nuevo título ante Los Ángeles Rams en el Super Bowl LIII. Fue una noche gloriosa para Brady, convertido en el quarterback de mayor edad en ganar el Vince Lombardi y en el primero en sumar seis anillos en la historia. Tras una última campaña en New England, algo se rompió en la dinastía que habían forjado Kraft, Belichick y Brady. Fue entonces cuando sucedió lo impensado: Brady no renovó y se marchó de New England después de 20 años.

Tampa Bay Buccaneers le extendió un contrato de dos años y 50 millones de dólares. En medio de la pandemia de coronavirus, Brady aprendió el libro de jugadas casi sin tener contacto con sus compañeros y apareció en todo su esplendor para evidenciar el error de los Patriots y silenciar definitivamente a aquellos que siempre le habían puesto un asterisco a sus performances justificando sus logros en la gestión de Belichick o en el gran equipo que rodeaba a Brady en New England.

Brady plasmó su vigencia en una temporada memorable en la que incluso se cargó al otro gran talento generacional de la liga, Aaron Rodgers, camino a su décima final. En el Super Bowl LV siguió escribiendo su historia con una fabulosa actuación frente a los Kansas City Chiefs de Patrick Mahomes, uno de los mayores talentos jóvenes de la NFL y candidato a heredar el trono que abdicó Brady mediante sus redes sociales. Fue el séptimo y último Super Bowl, una cifra imposible: ninguna franquicia en la NFL tiene tantos títulos.

En su última temporada, que concluyó hace días con la derrota frente a Los Ángeles Rams, Brady finalizó la temporada regular como el mariscal de campo con más yardas aéreas, pases completos y touchdowns. También fue la temporada en la que más yardas corrió en su última década. En la caída frente a los Rams en la ronda divisional, unos Buccaneers con varias bajas sensibles perdían por 27-3 cuando Brady protagonizó, sin saberlo, su último gran acto: gracias a su mariscal, Tampa Bay consiguió empatar el marcador con cuarenta segundos en el reloj. Los angelinos respondieron y con un gol de campo definieron el encuentro en su favor, sin saber que aquella patada de Matt Gay había rubricado la despedida del mejor jugador de todos los tiempos.

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