Por Johan Unzueta – Zero
En muchos lugares del mundo las festividades más esperadas ya han terminado, sin embargo, existen lugares en donde aún continúan o están por terminar.
Cada 7 de enero, las comunidades ortodoxas en todo el mundo iluminan sus hogares y templos para celebrar la Navidad. Esta festividad, marcada por rituales ancestrales, se distingue por su enfoque en la espiritualidad y la conexión con las raíces históricas de la Iglesia Ortodoxa.
El ayuno es una práctica común antes de la celebración, preparando a los creyentes para recibir la Navidad con pureza espiritual. La noche del 6 de enero, conocida como Nochebuena, se inicia con la Divina Liturgia, seguida por una procesión que culmina a la medianoche con el anuncio del nacimiento de Cristo.
La tradicional comida festiva, compartida con familia y amigos, incluye platos típicos que varían según las regiones, pero todos comparten el simbolismo de la celebración. El intercambio de saludos y regalos es una parte esencial, fortaleciendo los lazos familiares y comunitarios.
Los iconos religiosos desempeñan un papel crucial, adornando los hogares y las iglesias. Estos objetos sagrados transmiten la esencia espiritual de la Navidad ortodoxa y sirven como recordatorios visuales de la fe compartida.
Las iglesias y los hogares ortodoxos están adornados con iconos religiosos que representan a la Sagrada Familia y el nacimiento de Jesús. La representación visual de estas escenas es una forma de recordar y meditar sobre el significado espiritual de la Navidad.
La Navidad ortodoxa va más allá de las festividades convencionales, ofreciendo una experiencia rica en tradición, espiritualidad y unidad comunitaria.