Excélsior
“León de Lidia es el libro en el que más me he vaciado, dejé las tripas adentro”, confiesa la poeta y narradora Myriam Moscona. “Tan es así, que me he llegado a preguntar si voy a seguir escribiendo”, dice sobre esta novela fragmentaria recién publicada por Tusquets.
“Es decir, claro que voy a seguir escribiendo, porque no sé hacer otra cosa, pero no estoy segura de volver a concebir un libro como éste”, aclara la escritora mexicana de origen búlgaro sefardí.
Definido como “un libro inclasificable”, León de Lidia está integrado por historias autónomas, es una especie de cuaderno de imágenes y dibujos, una colección de retratos familiares o imaginarios.
Moscona, quien escribe en español y en ladino, comenta en entrevista que estos textos abrevan en temas como la orfandad, los orígenes, la infancia y la pertenencia a una familia migrante o a un país, y el amor que suscita esta pertenencia.
“La orfandad concentra una emoción que he arrastrado de muy distintas formas a lo largo de mi vida”, detalla quien perdió a su padre cuando tenía ocho años. “Eso marcó mi vida, construyó mi personalidad. Tristemente desapareció del mundo antes de lo que le correspondía.
“León y Lidia son los nombres de mis padres. Pero no es un libro autobiográfico. Lo importante es expresar esto de una forma colectiva. Para que yo autora te hable a ti lector, hayas o no perdido a tu padre, que puedas reconocer esa emoción y que las historias te interesen”, agrega.
La autora de los poemarios Último jardín (1983) y Ansina (2015) evoca su herencia búlgara. “Es algo bastante fantasmagórico. Yo ni siquiera sé hablar búlgaro. La necesidad de ir a Bulgaria fue en su momento importantísima. He ido dos veces. Me he entrevistado con los últimos hablantes del judeoespañol, he disfrutado enormemente la comida, porque son sabores de infancia. Es al mismo tiempo una realidad y un fantasma.
“Es un país con una historia muy particular. Durante la persecución a los judíos tuvo una conducta única en Europa, porque la comunidad judía estaba integrada a la vida política, cultural y académica de esta nación, no vivía separada. Y la defensa de la sociedad fue como cuando le quieren hacer daño a uno de los tuyos, punto”, añade.
La ganadora de los premios de Poesía de Aguascalientes en 1988, por Las visitantes, y del Xavier Villaurrutia en 2012, por su novela Tela de sevoya, destaca que su nuevo libro es un homenaje a los orígenes.
“Los orígenes son muy importantes, el de la vida, el de las especies, el de la formación de tu país, el familiar, el origen de un conflicto. Pienso en ese sentido en la imagen maravillosa de Jorge Luis Borges, en Zoología fantástica, que habla de un pájaro que vuela hacia atrás, porque no le interesa a dónde va, sino de dónde viene”, señala.
La periodista cultural de 67 años admite que “es inconfesable” cuánto tiempo le tomó la confección de León de Lidia. “Me da hasta vergüenza, porque es un libro breve. Varias personas me han dicho que lo leyeron en un solo día. Tardé muchos años en hacerlo. Tuvo una reescritura. Yo no suelo avanzar sin antes dejar un texto limpio. Tal vez porque vengo de la tradición de la poesía, la mejor maestra que he tenido.
“Cuando ya había terminado el 70 por ciento del libro, le cambié el tiempo verbal. Y eso acomodó y desacomodó la historia. También desde el punto de vista sonoro. No iba a permitir que se llenara de “ía” o de “o”, aunque así es el pasado en castellano. Fue interesante hacer esta conversión. Así, Tela de sevoya está escrito en presente, y éste en pasado”, explica.
La autora de Negro marfil (2000), que recibió en 2012 el premio Harold Landon Morton, que otorga la Academia de Poetas Norteamericanos, destaca que está aprendiendo mucho de León de Lidia ahora que ha sido publicado, porque tiene vida propia.
“Me va devolviendo cosas que no sabía. Siempre lo concebí como una especie de díptico de Tela de sevoya. Pero me doy cuenta de que es una propuesta distinta, aunque vuelvan a aparecer la abuela mal encarada y el idioma ladino. Es un libro que me gustaría se leyera
con tiempo, sin prisas”, concluye.
Myiriam Moscona, un homenaje a los orígenes

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