Por: Carlos Ariel Arizmendi
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Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 17,6 millones de niños menores de 5 años sufren obesidad.
Esta enfermedad que, con frecuencia, comienza en la infancia, provoca graves perjuicios en la edad adulta. En concreto, la obesidad y el sobrepeso pueden derivar en problemas de salud tan graves como las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, la diabetes, la hipertensión e, incluso, algunos tipos de cáncer. Por lo tanto, una alimentación correcta desde la infancia es determinante para protegernos de estas dolencias. Además, es en esa edad cuando se aprende a comer y se adoptan los principales hábitos alimentarios.
Una alimentación saludable provee al niño y al adolescente de todos los nutrientes esenciales para un correcto crecimiento los huesos y músculos se desarrollan fuertes y sanos, previene dolencias tÃpicas de esta edad como la anemia ferropénica, la desnutrición o el estreñimiento, y disminuye el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Una dieta equilibrada y variada resulta también fundamental para mantener el equilibrio de la flora bacteriana y reforzar el sistema inmunológico de cualquier persona; y más en los niños. Asà mismo, contribuye a mantener las defensas altas ayuda a prevenir y combatir los resfriados, gripes y otras infecciones, que con tanta facilidad se contagian en guarderÃas, escuelas infantiles y centros escolares.
Los niños que siguen una dieta y alimentación saludable mejoran sus notas, según el Observatorio sobre Hábitos Nutricionales y Estilos de Vida de las Familias. Realizo una investigación de mercados IPSOS e impulsado por Nestlé, se obtuvieron1.038 entrevistas «online» y de un diario de consumo a familias con hijos de 3 a 12 años.
Para lograrlo que los niños coman saludablemente, se deberá al comportamiento de los distintos miembros de la familia ha de ser coherente con las recomendaciones verbales que se le hacen al niño, pues resulta difÃcil inculcar un hábito alimentario saludable, cuando quien lo aconseja no lo pone nunca en práctica.
Hay que recordar que no se debe obligar a un niño a comer algo que no le gusta ni presentar la comida como un premio o castigo o con amenazas, ya que de esta manera se transmiten al niño o al adolescente mensajes erróneos sobre qué alimentos son buenos o malos, cuando todos son saludables y deben estar incluidos en una dieta equilibrada.