Charlas

Christian Ramirez
Christian Ramirez 12/02/2023
Updated 2023/02/12 at 7:14 PM

Miguel Angel Vargas Q.

*** Temblor del ´85 (Tercera Parte)

IX Parte

El 20 de septiembre, aún con el miedo reflejado en nuestros rostros y agradecidos por la hospitalidad de Juan y Rosy, muy temprano salimos a nuestro hogar para reiniciar, o por lo menos tratar de hacerlo, nuestra vida cotidiana lo cual era y fue realmente imposible porque un sismo de esa magnitud, con tanta muerte que jamás sabremos una cifra real, pero que calculo rebasó los cien mil, lo único que deja es incertidumbre e inseguridad, además de temor.

Ahí los cuatro reunidos en el Edificio 6 Dpto 7, tratamos de apoyarnos y sobretodo evitar que las niñas, Karmina y Bárbara fueran atrapadas por nuestro miedo que nunca podremos negar.

Chelo y las niñas se fueron a Montessori, que era una escuela de una sola planta y de un extenso patio.

Por mi parte me encaminé a Notimex en la colonia del Valle.

Mi equipo de trabajo estaba presto para seguir la tarea de enlace vía telex con las ciudades de México y con las embajadas en el extranjero.

Miles de familias supieron del estado en que se encontraban los suyos gracias a esa importante red.

Las réplicas se siguieron durante todo el día.

Nuestras oficinas se llenaron de enviados especiales y corresponsales extranjeros que solicitaban un telex para trasmitir su información.

Se decidió montar una sala de prensa para estos periodistas del extranjero y los enviados de algunos medios de provincia, y con el apoyo de la Dirección de Telecomunicaciones se montaron alrededor de 200 aparatos telex.

Momento difícil e imborrable cuando nos llevaron al parque de béisbol del Seguro Social. Muy cerca del Viaducto y sobre calle Cuauhtémoc. Cientos de cuerpos cubrían las cuatro bases, el short-stop y los fielders. Un fétido olor a muerte rebajado con cal y formol invadía ese recinto que ha recibido a lo mejor del béisbol mexicano.

Por grupos de diez, entraban personas a buscar a sus seres queridos.

Otra vez las lágrimas y el vómito llegaron a mi.

El cansancio, el estrés y el miedo a pesar de que nuestra tarea no era física como la de los rescatistas o trabajadores del sector salud, se sentían a grado tal que los pies eras arrastrados en nuestro lento caminar por entre los cadáveres de ese magno estadio de béisbol.

Recuerdo muy bien que, cuando dejamos ese centro deportivo mi decisión fue mas dura: no solamente no quiero salir al extranjero y separarme de la familia, sino que quiero irme de la ciudad de México con toda mi familia.

Empecé a mentalizarme no para convencerme, sino para preparar el convencimiento de la familia, sobretodo mi esposa que fue muy feliz en el Distrito Federal. Se me hacía más fácil convencer al secretario de Gobernación.

Fueron ocho días de espera. Pegados a la sala de teletipos y telex. No dejábamos de enviar largas listas con nombres de personas y familias que se reportaban a través nuestro con sus parientes en provincia.

Los servicios de telefonía poco a poco se reestablecían, pero principal y prioritariamente para las instituciones de auxilio y apoyo al rescate de cadáveres y sobrevivientes.

Nuestras oficinas fueron ocupadas materialmente por enviados especiales y algunos corresponsales nacionales y extranjeros.

Ellos mismos pudieron darse cuenta que, aunque cientos de edificios hubieran colapsado, la ciudad seguía de pie. Eran pocos en relación al universo de construcciones de más de tres niveles de alto.

Nunca sabremos, insisto, el número de personas que lamentablemente perdieron la vida, pero sí se que fueron más de cien mil.

Muchos sin localizar hasta este 2023.

Las réplicas poco a poco bajaron de intensidad, pero nuestra mente seguía temblando. Salíamos de la casa con miedo y con terror regresábamos.

Un lindo vecindario en donde todos nos dábamos ánimos. En realidad, nuestros edificios no sufrieron ni mínimos daños estructurales.

El día 28 de septiembre, muy temprano, de la oficina de asistentes del secretario de Gobernación llamaron a mi casa, para comunicarme que tendría cita a las 8 de la noche con el titular, Manuel Bartlett Díaz.

Me regreso un poco en el tiempo.

Como tuve el temor que de sugerencia se cambiara a instrucción presidencial, busqué personeros que pudieran hablar por mi ante el secretario de Gobernación. En lo personal sabía que a las juntas para decidir quienes serían los candidatos del PRI a diputaciones y senadurías con el titular de SEGOB, era el licenciado José Ramírez Gamero en representación de don Fidel Velázquez Sánchez, se me hizo fácil buscar al paisano y futuro gobernador para pedirle su intervención y convencerlo de que ya no me moviera del DF.

Mal encarado como siempre, el secretario de Gobernación me recibió muy amable y hasta un güisqui me ofreció. En ese tiempo aún me echaba de vez en cuando una copa, y más cuando estuve en Costa Rica ni una gota de cerveza probé. Así que conchudamente dije que sí, muy seguro de que Ramírez Gamero había intercedido por mí.

Desde antes de salir a Costa Rica tuve el presentimiento que la amistad del licenciado Bartlett con la Embajadora en aquel país, María Luisa Leal Duk, era muy “estrecha”, y de ahí que apenas me establecí, me acercara para ponerme a las órdenes de esa Dama, muy guapa, por cierto.

Con mi vaso a medio llenar de güisqui, me apoltrone en uno de los muy cómodos sofás en el despacho del famoso e histórico edificio de Bucareli, muy cerca del Reloj Chino que resistió estoico el fuerte temblor del 19 de septiembre del 85.

Apenas le di un beso a la bebida de importación, cuando escuché de Bartlett decir: “… ya está listo para irse a Madrid?”

El pequeño sorbo recorrió mi lengua, garganta, tráquea, y no se que más; como si fuera una bola de arena. Todo me raspaba y me dejó sin aliento. Nunca esperé escuchar eso.

Traté de explicarle lo que tanto pensé durante varias semanas. No fue posible, No me salía ni un sonido. Fue impactante sentir que se trataba de una instrucción.

Supe entonces que Ramírez Gamero, uno de los hombres más fuertes de la CTM nacional, no había abogado por un servidor.

Otra vez, mis piernas parecían de trapo. Me giraba la cabeza hasta que pude pescar una de las ideas que me rondaban, y le pedí que me diera oportunidad de terminar lo que estaba haciendo en Notimex con motivo del sismo y que en cuanto viéramos que todo marchaba en orden, le dábamos para adelante.

No tuve el valor de renunciar.

Debí hacerlo.

Porque tampoco quería estar en el DF, por temor a más temblores.

Ese sábado 28 de septiembre salí más agüitado que la entrevista anterior.

Me fui aún a Notimex, en donde la guardia trabajada con los enlaces. Ahí me encontré con las sonorenses Lourdes Rosas Priego y Marcela Colosio Murrieta.

Fueron mi desahogo, pero también parte de mi solución.

Me sugirieron algún diputado o senador de Durango que pudiera hablar con Bartlett. O la misma Embajadora en Costa Rica con la que había trabado una estrecha relación.

En el trayecto de Notimex a la casa en Bosque Residencial del Sur, me vino a la mente Maximiliano Silerio Esparza, con quien varios domingos nos habíamos reunidos para comer o estar en el bautizo de las gemelas.

Apenas llegué a la casa, y le llamé sin comentarlo con alguien.

Le platiqué toda la historia y sin más dijo: “mañana es día de San Miguel Arcangel y domingo, pero le hablo a Manuel, y ese será tu regalo por su onomástico mi estimado Miguel Angel”.

Me deshice en agradecimientos. Sus palabras me sonaron muchos más sinceras y creíbles que las que me había dicho José Ramírez Gamero.

Muy temprano, el lunes 30 de septiembre me volvieron a llamar de la ayudantía del secretario de Gobernación para indicarme que el titular me recibiría a las 12 horas.

Sabía y sentía que Maximiliano había hablado con Bartlett.

Y así fue. Esta vez la charla fue más oficial.

Ese día supe que José Ramírez Gamero sería el candidato del PRI al gobierno de Durango, y que el 7 de octubre, don Fidel se lo pediría el presidente de la República.

“Se va a ayudarle a nuestro amigo, el senador Ramírez Gamero, él va a hacer el candidato y gobernador de Durango”, sentenció tajante.

Y me advirtió: “esto aún no lo sabe ni el Senador, así que guárdeselo para Usted Miguel Angel y dele las gracias a Silerio Esparza”.

Duré varios segundos frente a Bartlett sin saber que decir o hacer, y justo cuando levanta el auricular de uno de sus cinco o seis aparatos telefónicos sobre el escritorio más los que estaban en la cabina, él fue quien mi hizo una señal que la plática había terminado.

Salí como zombie. Dejé el edificio de Bucareli por la puerta de atrás. Pude pasar a saludar a la señora Ladewigh que tanto favor me hizo para el papeleo cuando recién ingresé a la Presidencia de la República.

Se me hizo eterno el trayecto del edificio de Bucareli a Morena 110. No sabía a quien avisarle primero.

Que bueno que no insistí en la invitación de don Jorge de la Vega Domínguez para irme de su asistente a Chihuahua en donde la elección sería muy especial por el movimiento que ya daban los panistas en esa entidad, y en especial en la fronteriza Ciudad Juárez.

Llegué a mi oficina y quienes menos me imaginé fueron las primeras en saber lo que había acordado con el secretario de Gobernación: Lurdes Rosas Priego y Marcela Colosio Murrieta quienes apenas me vieron entrar a mi oficina, corrieron para saber el siguiente capítulo de esta historia que significó un ayer y un mañana en mi vida personal y familiar, así como profesional.

Empezaba mi regreso a Durango. Sería más difícil convencer a Chelo, pero de esto platicaremos en la siguiente entrega

(CONTINUARÁ)

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