Por: Geraldo Rosales
Durango, Dgo.-
Cada año esperamos con gran alegría la llegada del 25 de diciembre, una fecha especial que puede tener múltiples significados y maneras de prepararse para celebrarla. Para algunos, puede recordarles el tiempo en el que reciben sus aguinaldos; para otros, quizás sean unas merecidas vacaciones. Los niños la asocian con el descanso escolar, posadas y regalos, mientras que los jóvenes piensan en intercambios y posadas modernas. Para muchos, representa la oportunidad de reunirse con familiares lejanos, olvidarse de las dietas y compartir una deliciosa cena.
La Navidad evoca sentimientos de gozo y alegría para muchas personas, pero para otras puede ser un momento difícil, solitario, que intensifica los sentimientos de culpa y depresión. Nos sentimos culpables por desear quedarnos en casa en lugar de visitar a la familia por compromiso, o nos podemos sentir perdidos al no tener la familia que quisiéramos tener.
El 25 de diciembre, que conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén según los evangelios de San Mateo y San Lucas, es la fiesta más importante del año eclesiástico. Sin embargo, el día de Navidad no fue oficialmente reconocido hasta el año 345, cuando, influenciados por San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno, se proclamó el 25 de diciembre como la fecha de la Natividad.
Antes de la cena de Navidad, se arrulla al niño Jesús y se entonan villancicos. Los niños hacen sonar campanitas y se encienden luces de bengala. En ese momento, cada miembro de la familia realiza una petición, ya sea en silencio o en voz alta, y luego se dan abrazos, y si hay regalos, se comparten. El día siguiente también es significativo, ya que las familias se visitan entre sí y se intercambian los platos de comida, lo que llamamos “recalentados”.
A menudo, año tras año, esperamos que la mágica Navidad nos regale a alguien que llene el vacío en nuestros corazones solitarios, y es desalentador cuando eso no sucede. Pero recuerda que no estás solo; hay muchas personas que comparten esos mismos sentimientos. La Navidad puede ser un regalo elegido con amor, un dulce envuelto con las manos pegajosas de un niño, el pesebre armado por todos y las risas, así como las lágrimas que escondemos porque extrañamos a aquellos que ya no están.
La Navidad invita a reflexionar, a la reconciliación, a dar luz, amor, y a perdonar. Ese es el verdadero sentido de la Navidad: dar gracias a Dios por otro día de vida, por la salud, el trabajo, el alimento, por la posibilidad de respirar y ver a nuestra familia sana y unida. Es orar por los enfermos, los presos, los solitarios, aquellos que lloran y sienten que nunca recibirán perdón. Pero sobre todo, la Navidad nos recuerda que Jesús nació para redimir nuestras culpas; ese es el mejor regalo navideño, sin lazos ni envolturas.
