Salvador García Soto
El penoso capítulo de la denuncia de plagio en contra de la ministra de la Suprema Corte Yasmín Esquivel ha quedado resuelto. La UNAM informó ayer, en un comunicado, que el Comité de Integridad Académica y Científica de la FES Aragón concluyó que “la entonces alumna de la Facultad de Estudios Superiores de Aragón, Yasmín Esquivel Mossa, copió parte sustancial de la tesis presentada un año atrás por el alumno de la Facultad de Derecho, Edgar Ulises Báez”.
Con esa conclusión de la Universidad Nacional se confirma también la veracidad de la denuncia periodística que hizo el escritor y académico Guillermo Sheridan, quien publicó y documentó la comisión de un plagio por parte de la entonces pasante y ahora ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al haber copiado textualmente la mayor parte
de la tesis con la que obtuvo el título de licenciatura en Derecho por la UNAM. Eso para que tome nota el presidente y todos los que atacaron y acusaron al también crítico literario con adjetivos y descalificaciones por su denuncia.
Precisamente, sobre la validez de ese título, la Universidad dice en su boletín que “Yasmín Esquivel Mossa finalizó sus estudios y presentó su examen final ante el Jurado designado, recibiendo el voto aprobatorio de sus integrantes para obtener el título que la acredita como Licenciada en Derecho”, y aclara que un análisis de la Abogacía General de la UNAM arrojó que no existe normatividad ni mecanismos para anularle dicho título a la ministra “aun y cuando el plagio de una tesis esté documentado”, por lo que le enviará a la Secretaría de Educación Pública el dictamen del citado Comité de Integridad “para los fines a que haya lugar”.
Eso sí, aunque dice no poder sancionar a Esquivel Mossa por el plagio, la UNAM aclara que a la maestra Martha Rodríguez Ortiz, quien dirigió las dos tesis mencionadas, se le inició un procedimiento administrativo para que explique su actuación en este caso de plagio, mientras que el Colegio de Directores de Facultades y Escuelas de la Universidad ha empezado a determinar nuevas medidas y a buscar alternativas para fortalecer las normas internas “para prevenir casos tan lamentables y penosos como estos”. Y concluye el comunicado que firma el rector Enrique Graue con una condena clara y contundente al plagio entre sus alumnos, pasantes y titulados: “La Universidad fomenta altos valores como la ética y la integridad a quienes conforman la comunidad universitaria. El plagio, que no quepa duda, es una práctica inadmisible que continuaremos combatiendo”.
Es casi seguro que la SEP y su titular Leticia Ramírez, que a duras penas puede explicar los nuevos planes educativos, harán algo o emitirán algún tipo de sanción contra la ministra Esquivel, por tratarse de un personaje cercano al presidente López Obrador (la llamó “mi amiga” y la defendió en toda esta crisis). A estas alturas ha quedado muy claro que la corrupción y las faltas a la ley, para este presidente y para su gobierno, sólo cuentan y se intenta sancionarlas cuando las cometen adversarios políticos; pero cuando quien robó, mintió o engañó es de casa, cercano a Palacio o pertenece al movimiento, todo se le perdona y cualquier denuncia, aún documentada y con pruebas como la de Sheridan, “es un ataque de los conservadores neoliberales para dañar nuestro movimiento”.
En sentido estricto, al reconocer la propia Universidad que emitió un título de licenciatura obtenido por la vía de un plagio de la tesis que se presentó y defendió en el examen profesional, la Secretaría de Educación podría invalidar el título que esa dependencia registró como válido, pero eso claramente no ocurrirá, porque de hacerlo, automáticamente todos aquellos fallos, asuntos o sentencias en las que haya participado o dictado la ministra Esquivel Mossa, a lo largo de su trayectoria como jueza y funcionaria pública podrían ser impugnados por la vía del amparo por quienes se sintieran afectados.
Y no serían pocos asuntos. Yasmín Esquivel, según su currículum, inició su carrera como funcionaria de la Subdelegación Jurídica del antiguo Departamento del Distrito Federal en el año de 1985; después de eso fue magistrada del Tribunal Superior Agrario entre 1997 y 2009, luego se volvió magistrada del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal a partir de 2009 y hasta 2015, cuando esa institución se transformó en Tribunal de Justicia Administrativa de la Ciudad de México y ella fue su presidenta hasta el año 2019, fecha en la que el presidente López Obrador la propuso como candidata a la Corte, en la terna que envió al Senado de la República, para sustituir a la ministra Margarita Luna Ramos. A partir de esa fecha ha sido ministra de la SCJN y presidió, durante 2021 y 2022, la Segunda Sala de la Corte. ¿Se imaginan si todos esos asuntos, sentencias, fallos en los que ha participado y votado la ministra pudieran ser impugnados y, eventualmente, anulados?
Es claro que eso no sucederá, menos en un país en donde hasta un expresidente de la República, como Enrique Peña Nieto, fue denunciado por plagiar su tesis –también de licenciatura en Derecho por la periodista Carmen Aristegui que documentó en 2016 que el 29% de la tesis del pasante Peña era plagiado– y no pasó prácticamente nada, a pesar de que la propia Universidad Panamericana reconoció que había encontrado “ideas propias, ajenas citadas y ajenas no citadas”, con lo cual reconoció el plagio, pero dijo que sus normas no aplicaban para exalumnos. En medio del escándalo, Peña se limitó a decir, en un evento con jóvenes el 1 de septiembre de aquel año, con motivo de su 4to. Informe de Gobierno, que “nadie puede decir que no sea mi tesis” y aseguró que él la escribió y que si acaso “fue un error metodológico no haber citado a autores”.
Y ante esa realidad en la que, ni siquiera la Suprema Corte de Justicia se ha pronunciado sobre las acusaciones de plagio contra una de sus integrantes, sólo queda una pregunta que debe responder Yasmín Esquivel de cara a todos los mexicanos que confían en el Poder Judicial de la Federación: ¿Qué va a hacer la señora ministra ahora que su facultad y su universidad han confirmado que plagió su tesis de licenciatura y que mintió al decir que usted la hizo y que fue Edgar Ulises Báez quien la plagió? Una pregunta que espera respuesta.
NOTAS INDISCRETAS… La anécdota la contó en Twitter la poetisa oaxaqueña en lengua zapoteca, Irma Pineda Santiago, quien participó en el evento Fandango de Lectura que se llevó a cabo el pasado martes en Palacio Nacional, con la presencia de las esposas de los presidentes Beatriz Gutiérrez Müller y Jill Biden. A ese evento acudieron creadores literarios y artistas en diversas disciplinas de todo el país con el fin de mostrarle a la primera dama de los Estados Unidos el talento artístico y la creación literaria en México. Dice Irma Pineda, que en su cuenta de Twitter también firma como Poeta Binnizá y que hace poesía en el zapoteco del Istmo, también llamado diidxazazá: “Pues todo iba bien hasta que llegó la no primera dama y nos dijo (con tono de tía queriendo apretar cachetes) ‘¿Quiénes son estas cositas lindas? ¿saben español?’”. Doña Beatriz Gutiérrez Müller tiene mucho que aprender sobre #MujeresIndígenas”. Luego, ante las reacciones y comentarios de sus seguidores, que le preguntaron si no le contestó algo a Gutiérrez Müller ante su comentario ofensivo, la poeta les respondió: “Nos desquitamos cuando nos dijo que su ropa era de Oaxaca, le dijimos: ‘no, ese textil no es de Oaxaca, es mazahua’ Y ella: ‘¿Dónde están los mazahuas?’ (Chaleee)”, dijo Irma Pineda ante la ignorancia expresada por la doctora en Historia y toda la escena que ocurrió frente a Jill Biden. ¿Será que en su doctorado o al menos en su preparatoria no le enseñaron a doña Beatriz sobre las etnias mexicanas y los “pueblos originarios” que tanto defienden su esposo y su 4T?… En Coahuila la alcaldesa de Múzquiz, Tania Vanesa Flores, denunció al periodista Sergio Soto Azúa, director del periódico digital Acceso, por delitos de “violencia de género” ante el Instituto Electoral de ese estado. Lo curioso es que la alcaldesa de Morena, en su denuncia, de la que esta columna tiene copia, no exhibe ninguna prueba de que el periodista haya violentado sus derechos de género y solo muestra críticas y cuestionamientos hechos sobre su actuación como gobernante municipal. En varias de sus citas, en donde pretende fundamentar ataque de género, la propia alcaldesa refiere ejemplos de la supuesta violencia de género en su contra como este: ella escribió en redes sociales: “Síganme hechando más tierra, para que vean cómo florezco. Atte. La Alcaldesa de Muzquiz Coahuila. Sí señor”. Y el periodista Soto Azúa le contesta: “Hay que ‘echarle’ pero unas clases de ortografía y gramática a la Alcaldesa de Múzquiz, porque ni el nombre de su ciudad sabe escribir bien”. ¿Cuál es la violencia de género ante una crítica a su pésima ortografía? Y así hay varios ejemplos en los que, por cuestionar su estilo de vida millonario, porque ella es empresaria asociada a la industria del carbón en Coahuila, la alcaldesa dice que la atacan por ser mujer, cuando en realidad se le cuestiona por su actuación pública como presidenta municipal. Sería bueno que antes de denunciar, la alcaldesa se informe bien para que no haga el ridículo ocultando un ataque a la libertad de expresión o tratando de acallar a periodistas que la incomodan con denuncias que no se sostienen por cuestiones de género…Los dados mandan Capicúa. Se repite el tiro.