Miguel Angel Vargas Q.
*** Temblor del ´85 (segunda parte)
VIII Parte
Afortunadamente, antes de unirme al convoy militar y de comunicadores oficiales, alcancé a hacer una llamada más, ésta a mi esposa Chelo que se desempeñaba en esos tiempos como Administradora de un colegio Montessori en le mismo fraccionamiento Bosque Residencial del Sur, a unos cuantos metros de nuestro domicilio.
Le pedí que, como pudiera, fuera a recoger a las niñas, (Karmina y Bárbara) al Instituto Inglés Mexicano pues el pronóstico preliminar a esa hora del 19 de septiembre de 1985, es que las réplicas se extenderían por varios días y algunas de ellas posiblemente de las mismas dimensiones que el terremoto original de las 07:10 hrs., de ese día.
Recuerdo que subí y bajé las escaleras a toda velocidad y regresé al convoy tranquilo, pues Chelo se me había adelantado y ya estaba por recoger a nuestras hijas, y pude lograr que Pepe Cárdenas repitiera varias veces en la única televisora que trasmitía, que las familias Vargas Carrete y Vargas San Vicente estábamos bien.
Las escenas que fuimos viendo en el recorrido opacaron lo dantesco. En dos ocasiones pedí detener la marcha para vomitar de los terribles nervios e impotencia.
Edificios que se han SUMIDO en el piso.
Llamas aún en el Hotel Regis en donde desde tiempos inmemoriales, fue el preferido de los políticos de Durango y Chihuahua.
A través del radio de NOTIMEX, el director general me pidió que en cuanto pudiera me regresara a la Agencia para recibir instrucciones sobre el manejo informativo que, desde los medios gubernamentales tendríamos que manejar sobre el sismo.
Los hoteles Castropol y Metropol, muy cercanos al monumento a la Revolución, totalmente colapsados.
El ulular de las ambulancias de todas las instituciones de auxilio, se volvieron enloquecedoras e incrementaban las crisis nerviosas que ya nos había capturado a los que íbamos en ese interminable recorrido.
El majestuoso “Hotel Continental” situado en la esquina de Insurgentes y Paseo de la Reforma, era uno de los hoteles más famosos de la ciudad por su decorado contemporáneo, sus musculosas columnas, así como por ser el refugio de Olga Breeskin y su violín; tuvo que ser demolido meses después con dinamita ante los graves daños sufridos.
Los primeros reportes que llegaban poco después del mediodía hablaban de por lo menos cien edificios de 3 niveles o más que habían sido colapsados o estaban inservibles para habitarse o usarse como oficinas.
Las cifras de personas muertas llegaba a los primeros mil.
Pero el espanto que nos causaron los hoteles Regis, Continental, Castropol y otros edificio se quedó corto cuando llegamos a Tlatelolco.
Poco a poco se empezaban a ver las tareas de rescate en las que ya participan ciudadanos en apoyo a los grupos rescatistas y Ejército Nacional.
De regreso a Notimex por avenida de los Insurgentes, justo en la estación del Metro que lleva ese nombre, miles de personas corrían sin rumbo buscando a quien sabe quién.
El silencio invadió a los integrantes del convoy y conforme nos separábamos, las despedidas eran más frías.
NOTIMEX en Morena 110 a pesar de tener muchas partes de su construcción de material llamado “tablaroca”, resistió.
Me atreví a usar el elevador para llegar hasta las oficinas del Director General en donde ya se encontraban los subdirectores Eduardo Pallares, Agustín Chavero, Gabriel Orduña y Manuel Perdigón.
El ambiente más que tenso y denso.
Ya se hablaba de más de mil muertos.
Apenas eran las 13 horas de ese 19 de septiembre de 1985. Apenas seis horas despues de ese movimiento telurico oscilatorio y trepidatorio.
Un sismo oscilatorio cuando el movimiento es horizontal, es decir, cuando se produce una especie de balanceo, cuando se siente que la tierra se mueve de un lado a otro como una mecedora.
Trepidatorio: Las ondas sísmicas se propagan en todas direcciones, provocando el movimiento del suelo tanto en forma horizontal como vertical. En los lugares cercanos al epicentro, la componente vertical del movimiento es mayor que las horizontales y se dice que el movimiento es trepidatorio.
Cruzamos miradas entre sí. Ellos esperaban mi informe y yo, las instrucciones.
Fue Ezeta Gómez Portugal quien inició. Nos informó de una reunión con el Presidente de la República y los secretarios de Gobernación, Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, así como con la dirección de Protección Civil federal.
Les interesaba más que nada la información que saliera del país, no para ocultarla sino para ponerla en una justa dimensión.
El Distrito Federal entonces y ahora Ciudad de México, es una de las urbes mas grandes del mundo. Con una población que rebasa, incluyendo la zona conurbada, los 20 millones de habitantes.
Para cualquier ciudad del mundo, con honrosas excepciones, la caída de 100 edificios de más de tres pisos, podría significar la desaparición de ese pueblo.
Las réplicas no dejaban se registrarse. Una de ellas, fuerte por cierto, interrumpió la reunión de directivos de la Agencia quienes no pudimos ocultar nuestro terror.
Las ineas telefónicas caidas.
La información de que la Central Victoria, desde donde se conectaban manualmente las llamadas larga distancia de Teléfonos de México, se había derrumbado, nos preocupó más pues la comunicación desde México a cualquier parte del mundo e incluso dentro de la misma ciudad, se dificultaba en un 90 por ciento.
Justo estábamos en ese tema cuando Marcela Colosio Murrieta, (herman del Director Regional de Presupuesto de la SPP, Luis Donaldo Colosio Murrieta), del equipo de mi Subdirección, pidió permiso de ingresar a la junta para informarme que el servicio de télex estaba vivo y que a través de ese aparato podriamos enlazarnos al interior de la República y al resto del mundo.
Pedí permiso para retirarme y echar a andar un plán de comunicación con agencias noticiosas internacionales, gobiernos estatales, representaciones de los Estados en CDMX, agencias de viajes (que contaban con télex) y medios de comunicación nacionales y extranjeros.
Pero además a otra sonorense, Lourdes Rosas, tuvo la genial y exitosa idea de aprovechar a las agencias de viaje con télex, para dar a conocer sobre el estado de las familias de provincia radicadas o de paso por el Distrito Federal.
Así ayudamos a IMEVISION y a Televisa, a descargar esa tarea que les llevaba todo el tiempo en que estaban trasmitiendo.
Mientras tanto y con el apoyo de la subdirección de Redacción, elaboramos un paquete informativo que contenía con precisión, los datos científicos del sismo, el número de edificios colapsados y sus características, así como la cantidad de construcciones con más de tres niveles que permanecían intactas y aprovechamos la icónica Torre Latinoamericana para demostrar que México, nuestra capital del país seguía de pie, sí manchada de sangre y con mucho dolor por esta herida, pero que no era ni fue mortal.
Así trabajamos duro a partir de esta hora, pero nuestra tarea fue interrumpida por un temblor fuerte a eso de las 7 y media de la tarde, que nos obligó a evacuar el edificio de la Agencia y era tal el susto y pánico que, no se de donde saqué fuerzas para sacar en peso cargando a la encargada del conmutador desde el tercer piso, porque prácticamente se quedó paralizada.
Caminamos unos metros con el Director General, y vimos como la enorme torre de Mexicana de Aviación mostraba una iluminación lagañosa, indicativo que la energía eléctrica se habia ido y estaban las plantas de emergencia activas.
Ordenó suspender actividades y de inmediato, me fui al estacionamiento a subir a mi automóivil y aprendí algo: las baterías de los coches pueden descargarse con los temblores de tierra. Para mi fortuna era estandar y con un leve empujón salió.
Nunca había hecho tan poco tiempo entre la Agencia y mi domicilio.
Con cara de pavor me recibieron en la calle Chelo, Karmina y Bárbara así como los vecinos del mismo edificio.
Me contaron que Angelita, esposa de Enrique Martínez Alcalá avisó con tiempo de ese temblor nocturo ya que las aves que estaban en el jardín público frente a la casa, trinaban con mucha fuerza, como alertando.
Fue por eso que dejaron los departamentos a tiempo.
Pero el miedo nos invadía todas y todos. Niños y adultos.
Entonces Chelo nos comentó que Rosy y su esposo, padres de una alumna del colegio que administraba mi esposa, nos invitaban a su casa de un solo piso para pasar por lo menos esa noche en que el miedo nos había hecho su presa.
Ahí en ese domicilio particular, a unos metros de nuestro domicilio, pasamos la noche del 19 de septiembre de 1985.
(Continuará)